Son muchas las cosas que admiro y podría mencionar sobre Estados Unidos. Una de ellas, es la habilidad de salir de profundas adversidades. Otra, la fortaleza de sus instituciones políticas y sociales; todas construidas sobre la base de crear una nación próspera. Sin embargo, en los últimos cuatro años, todo ese esplendor de progreso pareció desmoronarse tanto a lo interno como externo.
El recién posicionado presidente, Joseph Biden, sabe eso. Y por tanto, para evitar el colapso de esa nación, debe trabajar fuertemente en varios aspectos. El primero de esos, debe ser la reformulación de su contrato social, que garantice de manera más justa y solidaria una equilibrada distribución de sus riquezas. Tratando de ajustar estrictamente al plan del Estado a las corporaciones privadas, sin que estas tengan posibilidad disuasoria. Para eso, será necesario concertar un compromiso honesto con los sectores responsables de planificar y encausar la tierra de Lincoln.
Igualmente, afianzar el respeto por los derechos de las minorías, como además, por la diversidad. También, la accesibilidad de tales minorías a los beneficios que provee el Estado, en igualdad de condiciones. Por esa razón creo que el presidente Biden dotó su gabinete de personas que representan distintos grupos.
Es ahí donde su clase política tiene un reto gigantesco. Más que aunar esfuerzos significativos con su élite empresarial, es conseguir reconfigurar su sociedad para de forma sensata y consensuada, iniciar un nuevo sistema de convivencia balanceada. Para así, remendar errores del pasado y devolverle la dignidad a su institucionalidad. Evitando que esta sea fragmentada en el futuro.
A partir de ahora, Estados Unidos se encuentra en una gran encrucijada. De manera que, el presidente debe empezar donde todo acabó siendo entonces vicepresidente. Con la diferencia de que el empeño actual ha de ser más relevante.
De ese modo, en el plano nacional, el nuevo gobierno debe dar una respuesta no solo inmediata, sino, también altamente efectiva a la pandemia del Covid-19, que se ha convertido, hoy en día, en su enemigo número uno. Asimismo, estructurar un programa de apoyo económico y reactivación laboral que permitan un desarrollo gradual de los más afectados. Pero, de manera íntegra y racional; absteniéndose de proyectar planes inverosímiles.
Sin lugar a dudas, el presidente Biden enfrentará eventualmente el clamor social que solicitará una reconstrucción del sistema de seguridad social. Probablemente, otorgándole créditos a las ideas expuestas por el senador Bernie Sanders, desde hace décadas. Como consecuencia, tanto el sector salud, educación, vivienda, medio ambiente y recursos naturales tienen que ser el eje principal de una posterior modificación política y social.
De dirigirse en esa dirección, el éxito estaría garantizado.
Política Exterior
En el escenario internacional, son muchas las heridas que subsanar. De manera que, son muchas las sanciones económicas y políticas a suprimir; que casi asfixian a países de distintas partes del mundo. Y eso puede lograrse a través de una diplomacia capaz de convenir y negociar sin necesidad de amenazas o confrontaciones. Además, respaldando un riguroso apego al derecho internacional, haciendo énfasis en el respeto al derecho de libre autodeterminación.
En efecto, es primordial reestablecer diálogos y reaperturas diplomáticas con Irán, Venezuela, Corea del Norte, Cuba y sobretodo, con China, entre otros. En aras de eliminar las tensiones que tanto afectan la economía mundial como la estabilidad geopolítica. De igual forma, buscar mecanismos de reingreso hacia Acuerdos y Tratados tanto bilaterales como multilaterales. Como por ejemplo: el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF), el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica o, el Acuerdo de París sobre Cambio Climático; que tanto facilitan una coexistencia más armoniosa.
En otras palabras, para Estados Unidos, ordenar la casa del vecino debería pasar a otro ámbito.
En tal sentido, la administración Biden, debe focalizar como objetivo importante reiniciar nuevamente los principios morales que dirigen la política exterior. Haciendo de la cooperación generosa, la congruencia en lo pactado y la legítima democracia sus pilares fundamentales. Para asegurar así, una cohesión global propensa a inclinarse en favor del ser humano, y no sobre lo que este sea apto de inventar o consumir.
En definitiva, la nueva gestión gubernamental tiene en sus manos la posibilidad de dejar sencillamente en los libros de Historia, las desempolvadas ideas y formas de la Guerra Fría. En cambio, puede mediante el método del poder blando replantear su liderazgo como paradigma mundial. Pudiendo con ello, no solo organizar y conciliar desavenencias dentro, sino, también afuera.
Finalmente, una oportunidad de casarse con la gloria, tendrá Estados Unidos en lo adelante.
Por Nelson J. Medina
