Ningún país apostando al caos puede asumir que avanzará. Mucho menos en la democracia, en que la vida en libertad presupone, sobre todo, responsabilidad. El orden requiere estabilidad, aunque siempre cometemos el error de querer imponer las cosas.
A la propuesta de modificar la Carta Magna le ha faltado una motivación más allá de abrir las puertas para que el presidente Danilo Medina Sánchez pueda continuar en el poder luego del actual período que concluye el 16 de agosto del año 2016. Basarlo en la simple idea de que la popularidad del mandatario hace más fácil retener el poder al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) resulta un argumento escaso, pues ello hace suponer que cada vez que un gobernante goce de buena simpatía cambiaremos las reglas del país.
Somos partidarios de establecer un límite al ejercicio del poder y quizás la presente resulta una magnífica coyuntura para hacerlo, en la que el actual Jefe del Estado por sus méritos salga beneficiado. Quizás la Comisión que inicia este martes los trabajos para la reelección pueda argumentar mejor la motivación de la reforma. Necesita esgrimir una razón.




