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8 de mayo 2024
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OpiniónEl Nuevo DiarioEl Nuevo Diario

¿Es el encarcelamiento la solución?

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Da pena ver los cientos de mensajes negativos, y en algunos de los casos, más violentos que la acción que los desencadenaron: un estudiante, de 18 años, según las informaciones, que golpea a su compañera de clases, una menor. Algo imperdonable, pero, ¿realmente es él el malo de la historia? ¿mandarlo a la cárcel es la solución?

No quiero parecer que estoy defendiendo al agresor, porque aparte de que soy antiviolencia e injusticias, soy mujer, y creo que los tantos casos de feminicidios en el país, que lo colocan entre las naciones con mayor cantidad de homicidios hacia mujeres en América Latina y el Caribe, son una muestra de que como sociedad debemos revisarnos y tomar medidas respecto al tema violencia de género.

Pero, tampoco diré que el joven es el peor como comentaban en las redes sociales, donde sólo se conoce la acción de momento, cuyo génesis es incierto, pese a que la maestra testifica que fue por un permiso. Porque digo “incierto”, porque si lo vemos más allá de la agresión física hacia la adolescente, concluiríamos que estamos ante un individuo que actuó de una manera incorrecta por carecer de algo que no le han inculcado: valores.

Creo que son imágenes que más que preocuparnos por la agresión física, deben llamar la atención por la carencia de valores que reflejan.

Lamentablemente, pese a que en los murales de las escuelas, los libros y por varios lados se hable de los valores, muchos de los jóvenes que hoy tienen una conducta reprochable carecen de vivencias en valores, cuyas familias no les proporcionan ejemplos de vida, por lo cual, pocas veces pueden ser transmisores de ellos. Bien dicen que nadie puede dar lo que no tiene.

Hoy en día ser padre es más visto como una bendición, y lo es, como también lo es una responsabilidad. Muchos de esos jóvenes (como el de este caso) viven con sus abuelos, cuya crianza no es la que requieren estos tiempos, y cuyas fuerzas a veces son limitadas.

Por otro lado, están los maestros, que más que serlo por vocación, son arrastrados por un sistema de beneficios, lo que implica una tarea vana, limitada en lo que dicen los libros y no en hacer de sus estudiantes mejores personas, conocer su realidad y ayudarlos a superarse.

Ante la orden de arresto contra este joven, quizás someterlo es la solución, tal vez lo amedranten y salga de ahí con la fuerte convicción de que una acción mala tendrá sus consecuencias, o simplemente salga de allí con mayores habilidades para delinquir.

Porque aunque ciertamente no tenga la solución ante los casos de violencia, en lo que sí estoy clara es que el sistema carcelario dominicano poca capacidad de reeducar tiene, al menos para quienes he visto salir de allí.

En fin, que si lo apresan es una victoria para las autoridades y los familiares de la menor, porque vieron una consecuencia ante un hecho inaceptable. Pero, ¿qué pasará con los otros casos que no se viralizan? Aquellos, a veces físicos o verbales, que se quedan ante los ojos de unos cuantos, cuyos victimarios son el reflejo de una sociedad que poco está haciendo ante la carencia de valores y deberes de sus habitantes.

Es un caso que en vez de enfatizar consecuencias, debe ser un ejemplo para que los padres, maestros y todos, en conjunto, nos preguntemos qué estamos haciendo de las nuevas generaciones.

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