A los seres humanos que habitan sobre el planeta Tierra, de ordinario solo les preocupa el acá, este lar de estancias transitorias, en términos de subsistencia física, como de tenencias materiales, y las satisfacciones egotistas de estilo dentro de la raza.
El procurar saber quién en realidad se es, y qué se hace aquí, estando bajo determinadas condiciones climáticas, que incluyen un entorno definido; abundancias y limitaciones, como la pertenencia a un esquema familiar específico; o, teniendo que sufrir afecciones de salud sencillas, cuando no severas; como, el verse obligado a afrontar situaciones calamitosas diversas, no se consideran asuntos dignos de ponderación y meditación. ¡Simplemente se está, y nada más!
Ahora, todo aquel que excepcionalmente se ha inclinado por conocer sobre la verdadera esencia de la especie humana – espiritual -, y los motivos de su estadía en el planeta Tierra, que luego la asimila como recurrentes y pasajeras, hasta completar el ciclo evolutivo espiritual que le corresponda, aprende que toda corriente de vida obedece a un prediseño, presupuestado en función de la misión divina asignada, como Atributo del Altísimo para su manifestación en el plano de la materia densa. En ese también se incluye una carga kármica (parte del llamado karma maduro), sujeta a ser conquistada durante el tiempo cronometrado de estancia en la encarnación de que se trate.
Con el acopio aun parcial de tales informaciones se concluye que, el verdadero hombre es una entidad espiritual revestida de un cuerpo físico para poder expresarse, destinada a transitar todo un sendero de evolución, sobre el que los humanos pueden tener consciencia o no, pero que se debe recorrer para de nuevo regresar ya perfecto, hasta el Padre en los Cielos, la verdadera Fuente Originaria.
Y, es aquí precisamente, desde el momento en que la concienciación espiritual comienza a expandirse, en el sentido de lo expuesto más arriba, cuando se presenta la disyuntiva con respecto al trasplante de órganos, como la donación misma, muy loable esta última por cierto desde el punto de vista humano, pero cuestionada en el orden espiritual propiamente.
Cada corriente de vida que se cursa sobre este planeta, tiene su plano original diseñado, ése que hoy los científicos están tratando de descifrar por completo, y el que sea bautizado como el genoma humano.
Están contenidas en él todas las informaciones asociadas con la corriente de vida de que se trate, incluida la capacidad funcional de cada órgano físico, lo que bien podría llamarse su vida útil, en correspondencia obvia con la durabilidad de cada tránsito terreno presupuestado para el Alma.
Respecto de lo que aquí se trata, en el periódico “HOY”, edición de fecha 29-8-17, aparece una reseña relativa a un trasplante de córneas, en que se hace una aseveración importante, de la que se puede inferir bastante: “Desde niña presentó problemas de visión, pero ni ella ni su madre se imaginaron que se enfrentarían a una condición tan delicada como la enfermedad de “Queratocono”. ¡Nació con eso no cabe duda! La condición estaba contemplada en su “disco duro”, genoma humano.
Luego, al ser trasplantado cualquier órgano, por inservible ya, o no estar trabajando debidamente como se espera, el tiempo cronológico de las corrientes de vida podría aumentar, entorpeciéndose por consiguiente el periodo de evolución de antemano diseñado.
Entonces, vendría la pregunta sobre una decisión que humanamente se tendría que tomar: ¿qué es lo más conveniente, cumplir con el esquema completo del proceso evolutivo a cargo, o ampliar el ciclo vital terrenal transitorio?
¡Tremenda encrucijada!, cuya respuesta-solución amerita de un alto nivel de concienciación espiritual; que, no es tan difícil de lograr para quien se lo proponga, y trate de darle el mayor sentido a su existencia terrenal.
Evidentemente, todo el que nos honre con dar lectura hasta aquí a este humilde aporte que pretendemos, cuyo único propósito es procurar retransmitir conocimientos logrados a través de asiduas investigaciones de corte esotérico realizadas, de seguro tiene que preguntarse: ¿y con el donante directo, o quien proporcione el acto, en el caso de personas fallecidas, qué puede pasarles?
Se tiene entendido que, se convertirían en objetos de karma; sembrarán para recoger después la punición debida, a pesar de cuánto humano se pueda considerar el hecho de desprendimiento, en que se advertiría no egoísmo alguno, en el sentido de lo físico propiamente.
Ahora, no sería correcto visto en el orden de lo espiritual, según los entendidos, por estar ayudándose a interrumpir un proceso de evolución en curso. La penalización correspondiente en el momento menos esperado habrá de llegar. La Ley de Causa y Efecto se aplica de manera inexorable.
Intrincada la temática, ¿verdad? Pero, se puede procurar saber al respecto, para entonces decidir con conciencia, si es que se presenta la encrucijada aludida.
