La caída, tras un disparo en la cabeza que le arrancó la vida al agente policial Anderson Guzmán durante una protesta en Salcedo, trae de nuevo el tema sobre la precariedad en que opera este personal para la seguridad ciudadana.
Ningún miembro de la uniformada al salir de su casa sabe si regresará por sus propios pies. Mucho menos lo saben los miembros de sus familias, aunque tienen el temor de que en cualquier momento esa sea una trágica realidad.
Cada vez resulta más peligrosa la situación, pues en estas actividades callejeras se mezclan reclamos legítimos de la población con vándalos cuyo interés es moverse en un ambiente de tensión e inestabilidad. Y en ese propósito disparan para matar. Cada vez será más frecuente la caída de agentes haciendo frente a estas acciones callejeras y violentas.
Estos agentes viven en unas condiciones precarias por los bajos salarios que perciben. Si el cuadro es deplorable para sostener a sus familias, peor es cuando al dolor por la pérdida definitiva del ser, estos quedan desamparados y en evidente miseria. En algún momento tendremos que afrontar esta situación.




