Por donde quiera que lo miremos, nuestra vida democrática es muy joven y sin cultura civilista. Si partimos desde el 1961, en que se destronó la dictadura, estamos hablando de 58 años y si la es desde el 1966, después del golpe de Estado contra el presidente Juan Bosch, la Guerra de Abril del 1965 y la segunda intervención estadounidense sobre nuestro territorio, entonces son 53 años.
Tenemos la misma edad de un hombre maduro. Y no sólo es suficiente el tiempo que transcurre, también es y sobre todo la conducta de los sectores que lideran la vida del país en los distintos ámbitos lo que nos consolida.
En este sentido la sensatez tiene un gran valor, y debe expresarse en acciones y el lenguaje.