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26 de diciembre 2025
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OpiniónYSAÍAS JOSÉ TAMAREZYSAÍAS JOSÉ TAMAREZ

El siglo XXI introduce nuevas formas de identificación humana, el iris sustituye las huellas dactilares

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Durante siglos, la humanidad ha buscado formas de identificar a las personas de manera precisa; desde las firmas manuscritas hasta el uso de las huellas dactilares, la historia del reconocimiento humano ha evolucionado a medida que lo ha hecho la tecnología; en pleno siglo XXI, los métodos tradicionales empiezan a ser desplazados por herramientas más precisas, automatizadas y menos susceptibles al error o al fraude; en este escenario surge con fuerza la biometría del iris, que empieza a colocarse por encima de la huella digital como método de verificación de identidad.

Las huellas dactilares, ampliamente utilizadas desde finales del siglo XIX, fueron formalizadas por el antropólogo británico Francis Galton, quien estableció que los patrones dactilares son únicos e inmutables; desde entonces, han sido parte central de los sistemas de identificación personal en todo el mundo, tanto en el ámbito policial como civil, sin embargo, a pesar de su historia y utilidad, el contacto físico que implica su captura, así como la posibilidad de alteraciones por lesiones o desgaste, han motivado a los investigadores a buscar alternativas más robustas.

La biometría ocular, en particular la identificación mediante el iris, ha sido objeto de estudio desde los años 80, cuando el oftalmólogo Leonard Flom y el ingeniero Aran Safir propusieron la posibilidad de usar el iris como una característica biométrica. La idea fue llevada a la práctica por John Daugman, profesor de la Universidad de Cambridge, quien desarrolló un algoritmo matemático capaz de codificar y comparar patrones del iris con alta precisión. Daugman asegura que la probabilidad de que dos personas compartan el mismo patrón de iris es casi nula, lo que convierte a esta tecnología en una de las más seguras del mundo.

A diferencia de las huellas, que pueden ser manipuladas, dañadas o incluso copiadas, el iris es un órgano interno visible que permanece estable durante toda la vida y que está protegido por la córnea. Esto lo convierte en un rasgo difícil de modificar o falsificar. Además, los escáneres de iris permiten la verificación sin contacto físico, lo que añade una capa de higiene y comodidad en entornos donde muchas personas deben ser identificadas de manera rápida, como aeropuertos, bancos o instituciones gubernamentales.

El uso del iris como método de identificación ha sido adoptado por países como India, que implementó el programa Aadhaar, considerado el sistema biométrico más grande del mundo. Aadhaar ha registrado más de mil millones de personas utilizando escáneres de iris y huellas digitales, pero el componente ocular ha ganado terreno por su confiabilidad. El Banco Mundial ha elogiado este sistema por su capacidad de reducir el fraude en la entrega de subsidios y servicios sociales, especialmente en zonas rurales y de difícil acceso.

En el ámbito de la seguridad internacional, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos ha incorporado la tecnología de escaneo de iris para la identificación de personal en zonas de guerra, debido a su precisión y rapidez. La Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa (DARPA) ha financiado diversos desarrollos en este campo, buscando mejorar la eficiencia de las fuerzas armadas en tareas de control y reconocimiento.

Sin embargo, la implementación de estos sistemas no está exenta de preocupaciones. Organizaciones como la Electronic Frontier Foundation (EFF) han advertido sobre los riesgos en cuanto a la privacidad y el uso indebido de los datos biométricos. Si bien la tecnología ofrece ventajas innegables en términos de seguridad, también plantea preguntas sobre la protección de la información personal y la posibilidad de vigilancia masiva sin consentimiento claro.

A nivel corporativo, empresas como Google, Samsung y Microsoft han experimentado con el reconocimiento del iris como método de acceso a dispositivos móviles, considerando que ofrece una capa de seguridad superior al reconocimiento facial o al uso de contraseñas. Aunque aún no es una práctica generalizada, las pruebas continúan, y se espera que con el avance de la inteligencia artificial y el aprendizaje automático, la tecnología sea más precisa y accesible.

El paso de las huellas al iris como método de identificación no representa solo un cambio tecnológico, sino también un cambio cultural. Las personas deben adaptarse a nuevas formas de relacionarse con el Estado, las empresas y entre ellas mismas en un entorno donde los ojos ya no solo miran, sino que también certifican, controlan y otorgan acceso. En este nuevo contexto, la identidad personal se convierte en un código digital único alojado en la estructura ocular de cada ser humano.

A medida que más países y organizaciones adoptan la biometría ocular, queda claro que estamos ante una transformación silenciosa pero profunda en la manera en que la sociedad moderna gestiona la identidad. El iris, con su complejidad y singularidad, se perfila como la nueva llave de acceso a un mundo cada vez más interconectado, donde la seguridad y la eficiencia se imponen como prioridades.

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