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19 de mayo 2024
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El sentido del triunfo de Mitterrand

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Luego de veintitrés años de gobierno político de derecha en Francia, lo sorprendente de la victoria de Francois Mitterrand, líder del Partido Socialista, no es su acceso a la presidencia de la República, sino el hecho de que su triunfo se produjera fuera del programa común de la izquierda.

Ese acuerdo político, roto en las últimas elecciones legislativas de marzo de 1978, fue atacado por toda la derecha europea y particularmente por los Estados Unidos, que veían en él la posibilidad de acceso del Partido Comunista a cargos ministeriales. Las intromisiones norteamericanas, sobre todo por boca del embajador en Italia, fueron denunciadas vigorosamente por la oposición e incluso por algunos gaullistas nacionalistas a la vieja usanza.

Lo que hizo que quizás los norteamericanos centraran su preocupación en otros frentes (Afganistán, Irán, Polonia, Nicaragua y El Salvador, por ejemplo) y no en Francia fue el relativo compromiso personal de Mitterrand y su partido de alejarse cada vez más de ese «monstruo de siete cabezas” que fue el programa común de la izquierda.

El amplio programa de nacionalizaciones previsto por el acuerdo de la izquierda abría, al par de las reivindicaciones económicas, una real posibilidad de integración de todos los sectores de Francia en la conducción política del país. Este es el matiz que todo analista debe tener en cuenta cuando estudia la especificidad de los partidos políticos franceses para no confundir la socialdemocracia con la derecha tradicional que gobernó a Francia bajo el largo reino de De Gaulle, Pompidou y Giscard D’Estaing. Se trata de dos derechas, pero la socialista presenta un grado de multiplicidad que no se encuentra en la otra. Muy cierto es que los partidos socialistas europeos -y el de Mitterrand no escapa a la regla – no son organizaciones anticapitalistas. Su doctrina política y económica es el mantenimiento de ese sistema. Con ellos no hay lugar a equivocación. Sin embargo, pese a todo eso, son partidos que están formados, esencialmente por una base obrera. Contrariamente a los partidos tradicionales de derecha. L

Las perspectivas políticas que abre la victoria de Mitterrand, a condición que una vez disuelto el Parlamento obtenga la mayoría, son incalculables para el desarrollo de la lucha en Francia, en toda Europa, en América Latina y en África.

Las elecciones legislativas anticipadas serán el norte que decidirá con quién gobernará Mitterrand, luego de recibir un país desgastado políticamente, sumido en el desempleo, en las desigualdades sociales de todo género, industrialmente semindependiente de Alemania y de Estados Unidos, y a la zaga de ciertos países del mismo mercado común.

El ejercicio del poder político no será fácil si Mitterrand no obtiene mayoría en el Parlamento.  Una oposición de derecha rabiosa y nacionalista como la que encabeza van que Chirac, sumada la experiencia política administrativa de más de veinte años, potra decidir el rumbo de la socialdemocracia en Francia. Hasta ahora Mitterrand ha ganado a gobierno, pero no el poder.

Si Chirac queda en segundo lugar en las elecciones de junio próximo, Mitterrand esta ría en serias dificultades. Por de pronto, no hay posibilidad de saber quién será el aliado: si Chirac o Marchais. El primero puede esperar cómodamente. Si el Partido Socialista se des. gasta, Chirac podría escoger la próxima victoria, ya que se ha librado estratégicamente de un enemigo -no de clase – que le hizo la vida imposible, corroyéndole la base de su partido comprando a sus barones más ilustres.

El gran perdedor en esta justa política fue Giscard D Estaing, quien con un pequeño partido político intentó articular un proyecto de dominación basado en la alianza con las grandes transnacionales y una de las fracciones capitalistas más «avanzadas» de Francia. Ese proyecto no cuajó porque detrás de todo ese organigrama estaba el pueblo francés, con progresivas frustraciones sociales y represión económica dentro del marco europeo. Ni si quiera la plusvalía llegada de los más aparta dos rincones del África y las colonias caribeñas era suficiente para minimizar el hambre del pueblo francés y convencerlo de que el proyecto de Giscard D’Estaing era también el suyo.

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