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19 de diciembre 2025
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OpiniónFrancisco Cruz PascualFrancisco Cruz Pascual

¿El progreso necesita de la ética?

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Para dar respuesta esta pregunta y exponer un conjunto de ideas al respecto, quiero utilizar un bastón. El uso del personaje que utilizaré procura lograr mayor precisión y equilibrio en lo que busco plantearles a través de los párrafos siguientes. El bastón que utilizaré responde al nombre de juan Jacobo Rousseau, quien viera la luz en Ginebra a principios del siglo XVIII, el 2 de julio de 1712. Esta persona vivió 66 años de un siglo muy convulso en la historia humana. Durante su vida Rousseau fue escritor, pedagogo, filósofo, músico, botánico y amante de la naturaleza. Como intelectual fue profundamente contradictorio, y tuvo muchas polémicas públicas. Un día a juan Jacobo Rousseau se le ocurrió preguntar: ¿el progreso científico trae aparejado el progreso moral de los pueblos?

Imagínense la importancia de la interrogante que él planteó  hace 210 años, que provoca a un ciudadano de la tercera década del siglo XXI, preguntarse: ¿el progreso necesita de la ética?

Rousseau afirmaba que el progreso científico no va acompañado del progreso moral de los pueblos, y aseguraba que las desigualdades que se evidencian en la vida del hombre no son de orden natural sino que son consecuencia del orden social. Estamos convencidos de que es así, porque en el cuerpo social se generan esas desigualdades, debido a que el pacto social, económico y político no es sincero ni transparente, y en la mayoría de las ocasiones, traiciona a la propia naturaleza humana. Rousseau consideraba, que el progreso social debería ser una evolución de la sociedad hacia un escenario ideal. Creía que el progreso debía  repercutir positivamente en el bienestar de los miembros del grupo social. Entonces, de lo que el pensador afirma -puede establecerse- que el progreso debe crear un escenario en donde las personas puedan tener mejor nivel de vida.

Hoy con todo el progreso cognitivo que hemos obtenido como especie, estamos ante la presencia de un desvanecimiento de la modernidad como conocimiento. Sí, podemos afirmarlo en forma categórica, actualmente estamos ante una crisis del conocimiento. La vía por excelencia para arribar a la esencia de las ideas, está en crisis. Y es de esta forma, porque la ética del progreso ya no puede validarse por sí sola, porque se ha perdido la confianza en el progreso que caracterizó al siglo pasado y caracteriza las primeras tres décadas del presente.

Después de la segunda gran guerra el progreso se ha limitado a lo material, enfatizado en la técnica, en la tecnología y en el mundo digital, dejando de lado  los valores humanos e impactando negativamente en la vida moral de las personal. Desde entonces, el progreso que logra el individuo humano le mueve en forma automática a comportamientos particulares, su actitud va a depender de la oportunidad, del momento en que estén desarrollándose los acontecimientos.

El comportamiento que asume el hombre depende de su propio interés, de los propósitos y metas que él como individuo particular, defina. Si es un hombre de bien, procurará el bienestar común y si no lo es, entonces, su actuación se cargará de egoísmo.

Durante toda la historia humana, cuando se avanza en el conocimiento tecnológico y alguien saca ventaja de ello, aparecen las crisis. Primero, la crisis social, luego la crisis económica y finalmente la crisis política.

El mundo está en constante transformación y esa transformación continuada crea desigualdades sociales, construye brechas, que acarrean injusticias, las que se profundizan en la inequidad. Esto es el resultado de un mundo que se transforma continuamente sobre un progreso sin ética. La innovación tecnológica, que es promovida por los empresarios desde una óptica meramente mercantil, necesita acompañarse de la ética, como una forma de garantizar que el progreso se constituya en bienestar humano en sentido general.

El mundo del conocimiento con sus innovaciones hace posible la caracterización de cada una de las épocas en la historia de la cultura humana. Hoy como nunca antes se producen cambios profundos en la economía, la industria y el comercio. Estos cambios son una consecuencia de la abundancia de conocimiento, por esa razón nuestra época, es la época de la revolución del saber. Ese conocimiento ha servido para ahondar las desigualdades sociales, produciéndose en contraste, entre conocimiento y justicia social.

Finalmente, el conocimiento es bueno para el hombre, esos es innegable. Pero, el conocimiento no siempre incide en la conducta del individuo en forma positiva, muchas veces lo vuelve egoísta, individualista y enajenado de la razón  de su existencia.

Por esa razón el progreso necesita de la ética, porque ella es una de las garantías de la convivencia humana.

 

Por Francisco Cruz Pascual

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