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27 de abril 2024
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OpiniónManuel Hernández VilletaManuel Hernández Villeta

El precio de la miseria

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Hay un proceso inflacionario con aumentos sostenidos en artículos de primera necesidad que comienza a atormentar a los dominicanos. La prima del dólar aumenta, pero también la comida y las medicinas. El de arriba y el de abajo se preguntan y no encuentran respuestas de hacia dónde van.

Es necesario que los empresarios y los funcionarios gubernamentales comprendan que la economía no pude estar siempre sostenida en avance sólido, si no se  hace mueca de fino contenido social. El capitalismo para sentirse tiene que tener rostro humano.

Por desgracia el sistema económico dominicano carece de ese rostro humano. Se trata de acumular riquezas, por parte de los empresarios, y de lograr desarrollo en la macroeconomía, para los gobiernos.

En las últimas semanas han seguido los aumentos con artículos que de por si estaban ya caros, y que son considerados de primera necesidad en la mesa de los dominicanos. El arroz se está tornando casi incomprable, y eso que hay que tomar en cuenta que es uno de los productos básicos en la dieta nacional.

Pero la carne básica  del pueblo, que es la de pollo, también esta alta y ni siquiera se consigue barata  en los pica-pollos de chinos. Es hora de hacer revisión, cuando se está a tiempo de evitar que se produzca una inflación indetenible.

Hay que reconocer que el país en algunos renglones ha logrado un desarrollo. La gente en la calle lo trata de forma chusca. Crece la economía para los que tienen, y los que no suenan los bolsillos siguen pasando hambre. Nadie ha tratado en los últimos 30 años de la vida nacional de mantener bajos los precios de artículos que son de primera necesidad.

Y es que desde que surgió el libre mercado de la oferta y la demanda, todos escurren  el cuerpo y evaden responsabilidades. Nadie quiere admitir que ese libre mercado perjudica a los consumidores en general, porque no se pone control a los precios, sino que bailotea la puja de la oferta y la demanda.

El Estado no pueda empañar su rol regulador de la economía. Tiene que comprender que hay que mantener una cara amable, obligar a que el capitalismo se ejerza con el mínimo sentido social. Sino, estaremos desamparando a capas importantes de la sociedad, que solo les queda la esperanza ya  marchita.

Hay que ser realista. No importa que crezca la economía en un país, si sus beneficios son de un lado. En la República Dominicana el progreso no se asocia con el mejoramiento de la miseria. Junto a las casas de yagua, se exhiben los vehículos de lujo, cual si fuera una bofetada a los rostros de los que van en la marcha de los sin nombre.

Y pensar que esos que están en la fase final de la pirámide económica y social, los olvidados, los parias, los intocables, los don nadie, hay un día en que se constituyen el ente más importante de la sociedad. Es en el momento en que les toca votar y escoger a sus representantes. Por desgracia, ese momento que debe ser de plena conciencia, tiene un precio y un comprador.

La miseria es un péndulo que se mueve como parte de un vil negocio donde se compran conciencias para alcanzar posiciones. La comida de un día, y una eternidad de sufrimientos. ¡Ay!, se me acabo la tinta.

 

Por Manuel Hernández Villeta

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