EL NUEVO DIARIO, SANTO DOMINGO.- El “parquecito” del Palacio de Justicia de Ciudad Nueva es el espacio donde llevan a los reclusos de diferentes penitenciarías antes de trasladarlos a la sala de algún juzgado donde a muchos se les conoce coerción o revisión de medida preventiva o juicio de fondo, por los distintos hechos que se les atribuyen.
Más que un parque recreativo, este lugar es un espacio de desahogo entre procesados y familiares: «¿Dime, te soltaron?», «¿Qué tiempo llevas aquí?» «¿Qué hiciste? ¿Robo? ¿Atraco? ¿Mataste? ¿Le diste a tu mujer?», son algunas de las preguntas que se intercambian los acusados y parientes.
Allí se observan diferentes estados de ánimos, muchos hablando, sonriendo, otros tristes y así transcurre el día, pero dan a entender que tienen cierto parecido en crimen, hecho o delito, como robo, corrupción, homicidios, drogas, entre otros.
Lo cierto es que comparten un grillete y hasta entablan un vínculo de amistad y parecen que se conocen de toda la vida.
Mientras que los familiares se muestran atormentados y devastados por las medidas impuestas a sus parientes, puesto que siempre alegan que son inocentes, algunos se resignan y dicen que están mejor en la cárcel.
Mujeres y hombres de todo estrato social se observan allí. El refrán de que «el pasajero se conoce por su maleta» encaja a la perfección en el sonado «parquecito».
Pues es normal ver a las mujeres con la mejor “pinta”, el pelo y las uñas impecables, mientras que los hombres, menos afanosos, lo resuelven con un jeans y polo, recorte de cabello o tenis bien llamativos y listos.
En el “parquecito” desde lejos puedes ver cómo hay de tres a cuatro policías merodeando el ambiente, por si a uno de esos reclusos o internos como les llaman, se le ocurre hacer un desacato o fugarse, porque según ellos, vienen de diferentes zonas del país.
“Debemos ponerlos todos juntos porque ese es el protocolo para mayor seguridad, tanto del recluso como para el custodio, porque a veces se pueden fugar si lo pierdes de vista, por unos segundos”, dijo un policía mientras observaba el panorama.
Madres abnegadas defienden a sus hijos hasta las últimas instancias
Rostros tristes, lamentos y «qué hice mal», son solo algunas de las expresiones que se escuchan de las madres de los encartados que en el “parquecito” reposan después de escuchar el veredicto del juez o el tribunal que los condena.
En casos muy particulares, como es la violencia de género o intrafamiliar, las medidas son más drásticas y al parecer quienes cometen estos hechos no les va bien donde guardan prisión, pero muchas veces, cuando en casos excepcionales las partes llegan a arreglos económicos o una reconciliación, la historia termina con un final feliz.
También se ven las mamás que con una fundita de rayas de colmado le traen sus maltas morenas, choco rica, pan y galletas para que sus hijos no pasen hambre mientras escuchan la audiencia, apegadas a que Dios les hagar el milagro de soltar a su “angelito”.
“No es fácil ver a tu hijo que por una mala decisión te lo tilden de delincuente, espero en Dios y la Virgen que salga pronto, le traje un chin de comida para que pruebe mi sazón, ya tiene más de 9 meses en prisión, todo por no dejar a la mujer esa”, dijo una señora acongojada tras su hijo ser denunciado por su expareja de agresión.