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23 de diciembre 2025
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OpiniónJulián PadillaJulián Padilla

El negocio de la democracia representativa

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El principio fundamental para la mentira sostenida de la democracia es la representatividad. Para ello la idea fenomenal de los partidos políticos como supuestos defensores de los intereses populares, y como carrosas idealmente buenas, pero en la práctica carrosas fúnebres de la libertad. La representatividad es peor que una utopía o un mito, una burla social, que sirve como punta de lanza al negocio vital de la democracia.

Algunos elementos fundamentales dan forma a este negocio. El manejo de los fondos públicos por los gobiernos de turno, la posibilidad de la reelección no solo presidencial, sino de todos los cargos electivos y plenos constitucionales, la imposición de líneas políticas convenientes a los intereses de las cúpulas partidarias y sus negocios afines, todo esto para la definición absoluta de lo que sería el quórum en las cámaras legislativas, y también para el control de los plenos y demás entidades con incidencia importante en el acontecer nacional.

Ahí tiene usted las entidades sin fines de lucro, pero que se lucran evidentemente del mismo presupuesto nacional y saben bailar la música que toque cada gobierno de turno, con tal de mantener la hegemonía en sus entelequias, mientras se continúa con el reparto del botín de guerra, es decir, del erario.

El negocio de la democracia comienza con los partidos, que deben mantenerse vivos, para que no muera la malsana representatividad del sistema. Pero aunque con algunas excepciones de golondrinas que jamás hacen verano, algunos curules representan ventorrillos políticos que sumados todos jamás llegan a un porcentaje considerado electoralmente mayoritario.

Pero todos son bienvenidos y necesarios, si, aspire usted también a la presidencia, puede hacerlo. Comience en su danza a dar a conocer su propuesta, aunque todo el mundo sabe que es más de lo mismo. Adelante participe aun sabiéndose que no será exitosa, esto es conveniente, para que no se complete el sepelio de un sistema degradado y degradante, que hace ya varias décadas dejo de funcionar y de representar.

El negocio de la democracia es así, siempre habrá recursos, que se reciban directamente o que se puedan recibir como consecuencia de convertirse en aliados del próximo defalco nacional, es decir, en apoyo al próximo partido de gobierno. Ah, pero los súper funcionarios de turno, son semidioses, que se visten de arrogancia y de poder, claro está con su eterna compañera, esa que se le sube a la cabeza y le hace pensar que ha sido canonizado.

El negocio de la democracia es realmente una gran mafia sistémica, donde buscar la verdad es uno de los pecados mortales, que condena para siempre a quien la busque a una virtual exclusión social. Esta todo el sistema engrasado, para un funcionamiento óptimo para que se perpetúe la magia contagiosa de la falsa democracia. Y cada medida que se toma, solo busca reforzar el predominio de un sistema, que beneficia a quien gobierne. Eso incluye, a los nuevos cuatreros que lleguen al poder luego de un acuerdo electoral y sus relevos.

La trama debe continuar, la cosa nostra no puede perecer, el negocio de la democracia es lo vital y para ello, los cabecillas de los carteles mayoritarios que aglutinan los grandes capos de la política, siempre se toman juntos los mejores vinos y degustan los mejores manjares, mientras el soberano mandante fragmentado, por aquello de divide y vencerás, no encuentra el cauce adecuado para enfocar el rio de la verdad y la prosperidad de todo un pueblo.

Imponer lo conveniente a la perpetuidad del la clase traidora de los carteles de la política, hace que cada gobierno busque de manera obligada su auto protección, y por ello, las aspiraciones despóticas de cada nuevo gobernante. Y para lograrlo, se necesita repetir la frase de un ex presidente cuyo menú siempre luce adornado de aletas de tiburón podrido: mi congreso, mi justicia, mis fiscales, mis jueces, mis generales, mi cámara de cuentas, mi defensor del pueblo, mi junta central electoral, mis altas cortes, mi consejo nacional de la magistratura.

Una podredumbre absoluta, un sistema totalmente diseñado y permisivo, para que cada nuevo gran capo de la política imponga sus conveniencias, mientras le arregla el camino a un falso profeta que le sucederá. Ahí está el detalle de la falsa competitividad electoral de alta gama.

Aunque siempre se dan algunas notas disonantes, al cambiar de la guitarra para el violín, y al llegar al poder, pueden producirse algunas sorpresas, mediáticas, fácticas y estratégicas.
El negocio de la democracia, es decir, la partido mafia, aunque quebrada en apariencia en el corazón del pueblo subsiste, gracias a los carteles, al populismo, al clientelismo y a las falsedades, pues al parecer quedan todos a una, pues la teta de la vaca hay que mantenerla entre nosotros, y el que venga atrás, que arree. Pero con el auge más rentable y profundo, la penetración a la gran mayoría de los partidos convocación de poder, del dinero proveniente del lavado y el narco tráfico.

La situación ha sido tan seria, que hablar ya de narco partido, narco política, narco congreso, y narco estado, es el pan nuestro de cada día, y se pronuncian estos calificativos ya sin asombro, por el costo que implica una candidatura en tierra de Colon y de Pedro Santana. Por eso vemos una doble moral a esto de combatir las drogas de la región desde dominicana, cuando el principal aliado del flagelo transita y vuela alegremente por nuestras tierras.

El oportunismo, los famosos tránsfugas que tienen también un alto costo, suman a las pretensiones económicas de los carteles mayoritarios, que hacen y harán cualquier cosa con tal de llegar y mantenerse en el poder. La vocación democrática es tan incierta como lo es la falsa representatividad. Pero finalmente, lo que importa en el negocio de la democracia, no es el país, no es cumplir promesas de campaña, sino coger de tontos útiles cada vez más al pueblo dominicano, y así, “seguir subidos en el palo”.


Por Julián Padilla

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