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27 de diciembre 2025
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OpiniónPablo ValdezPablo Valdez

El intelectual, la inteligencia y la sabiduría

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• Porque la universidad es otra cosa

Me detuve en el dial de una emisora cristiana donde se discutían temas diversos; pero, como es natural, cuando los interlocutores abordaron el origen de la inteligencia humana y su relación con la intelectualidad y la sabiduría, detuve mi atención. No se trataba de una simple disquisición teórica, sino de un asunto de hondura espiritual y académica, imposible de pasar por alto para quien comprende que la inteligencia no solo se posee, sino que se cultiva.

La inteligencia es una facultad que permite discernir, entender y adaptarse. Es la luz que posibilita ordenar el pensamiento y encontrar sentido en el caos. Sin embargo, el intelectual —figura muchas veces exaltada por la sociedad moderna— no siempre encarna la plenitud de esa luz; con frecuencia, se limita a ser transmisor de saberes, no su sabio intérprete. El intelectual puede conocer, argumentar y convencer, pero no necesariamente comprender el sentido profundo de la existencia.

La sabiduría, en cambio, trasciende la mera acumulación de conocimiento. Es el fruto del equilibrio entre la razón y la conciencia, entre lo que se sabe y lo que se vive. Mientras la inteligencia descubre el cómo, y el intelecto explica el porqué, la sabiduría enseña el para qué. Es el punto en que el saber se hace vida y el pensamiento se transforma en acción justa.

En tiempos donde el conocimiento se mide por la velocidad de la información, conviene recordar que la sabiduría no habita en los circuitos digitales ni en los discursos rimbombantes, sino en la serenidad de quien comprende sin vanagloria y enseña sin imponer. Ser sabio no es saberlo todo, sino reconocer los límites del propio saber y actuar conforme a ellos.

Así, el verdadero intelectual es aquel que, habiendo cultivado su inteligencia, la somete a la orientación de la sabiduría. Solo entonces el conocimiento se convierte en servicio y la universidad —espacio del pensamiento y del espíritu— cumple su propósito esencial: formar seres humanos capaces de pensar con profundidad y de vivir con virtud.


Por Pablo Valdez

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