En nuestro país somos dados a hacer referencia a refranes populares, para indicar los errores que cometemos o para aconsejar a los demás.
Hay dos refranes que hacen referencia a la mala suerte de ser robado, y también para querer aplicar un determinismo social orientado al haber nacido en el país.
De ahí, que usted seguramente ha escuchado: los dominicanos ponen el candado luego de que le han robado. Esto aquí está bueno para ponerle candado y votar la llave.
Fíjense que en ambos casos, se trata de una queja relacionada con malas experiencias, pero que a propósito de los candados a la constitución de la república, que siempre subrayan los pescadores en rio revuelto, los traigo a colación.
Cuando hablamos de poner el candado antes de que nos roben, es precisamente el concepto de la prevención, para evitar que situaciones no deseadas y dolorosas puedan suceder.
Si dejamos las puertas abiertas, sin colocar los seguros adecuados a la misma y nos vamos a acostar o nos vamos de fin de semana, los riesgos que corremos para poder ser visitados por ladrones y saqueados son mayores.
El candado no asegura una no rotura, pero si hace la tarea de penetrar a la vivienda o de robar una propiedad, algo mas difícil. Aunque también hay que cuidar el cerrar bien el candado, pues a veces se coloca un candado y no se cierra adecuadamente y aparenta estar cerrado pero no, esta solamente sobre puesto. Y conociendo la cultura ética del patio, nada de esto podría ser una sorpresa.
Parece que la experiencia ha demostrado y ha enriquecido a la sabiduría popular, en el sentido de que muchas veces asumimos una seguridad más robusta luego de que nos han robado.
El otro énfasis de poner el candado y votar la llave, aduce a la evaluación negativa, que siendo generalizada vemos con frecuencia en el país, y por cansancio, impotencia o desesperación, la gente utiliza este adagio, indicando: lo que hay que hacer es poner candado y votar la llave.
Queriendo indicar con esto que ya que la situación no aparenta tener solución, lo único que podemos hacer es cerrar el país. Este país hay que cerrarlo dice la gente muchas veces. Y tal vez no están muy lejos de la realidad.
Sin embargo, un punto que olvidamos cuando nos referimos al pretexto de poner candados a la constitución para que no nos roben, esta la falacia discursiva, pues en el fondo lo que siempre se busca es algún cambio que nos puede beneficiar, implicando como pretexto el contexto, de poner candados para que jamás pueda ser modificada la carta magna.
Cada uno de los que han modificado la constitución de la república, que se quiere indicar de ser vanguardista, tal vez porque es permisiva o se suma a los intereses supranacionales, han vendido como una panacea la nueva constitución, o la propuesta de modificación a la misma.
Luego los procesos han demostrado ser trajes hechos a la medida de los gobernantes de turno, sus partidos, su permanencia en el poder y la mafia imperante en una partidocracia podrida que vive de los ilícitos y luego del reparto del botín de guerra que son los activos de la nación.
Todas estas intentonas de modificar la carta magna, y sobre todo cuando se habla de poner candados, olvida situaciones que nadie puede ocultar, y es la baja legitimidad, fruto de la creciente abstención electoral en los procesos electorales, esto independientemente del reparto mínimo, o cambio casi total de los colores en las curules del congreso nacional, que tiñen de morada y ahora de azul y blanco la supuesta legitimidad, para hacer del país lo que le viene en ganas.
Sin embargo, el dueño del candado el pueblo dominicano con responsabilidad directa e indelegable, es quien en el fondo debe tener la potestad de decidir, cuando ponerlo, donde ponerlo, cuando quitarlo y si decide votar la llave en un momento determinado.
La traidora partidocracia, cómplice de los grandes agravios y despropósitos contra la nación, no es ni será la dueña del candado, ni representa el verdadero interés nacional. Hace tiempo los desgobiernos rompieron el contrato social con una República Dominicana que debe ser refundada.
Esa partidocracia traidora ha usurpado la potestad intransferible del pueblo dominicano, ha traicionado la conciencia colectiva, mediante mafias, compra de voluntades, engaños permanentes, clientelismos y dadivas lastimosas en los estratos populares, y con eso, logrando como los dictadores latinos del momento, una falsa democracia y la destrucción de una clase media, cada día más empobrecida.
La democracia es una farsa, tal vez una farsa muy conveniente para la sostenibilidad de un orden mínimo y proyectar la apariencia de una sociedad democrática y de derechos prospera, pero que cada vez mas requiere del uso de la fuerza, esclavizar a los ciudadanos, aunque la conciencia colectiva despierta mas cada día, y los días lucen estar contados, para que el mismo pueblo dominicano sea que haga su ajuste de cuentas.
Cuando llegue ese momento, que al paso que vamos llegará más temprano que tarde, no habrán tanquetas de las estrenadas recientemente, ni apellidos de uniformados sonoros o esbirros de una nueva satrapía, que pueda frenar el paso del gigante invencible que es el pueblo dominicano.
Están clarísimas dos cosas:
- a) Que el día D se acerca a pasos agigantados en la nación dominicana y habrá una nueva restauración de la república, con patriotas pero sin políticos mafiosos y traidores.
- b) Que otro traje a la medida se piensa coser en las maquinas traidoras de un nuevo congreso nacional, que no representa ni representara el verdadero interés nacional, pues como virtual sello goniógrafo, pensara más en los beneficios de la verticalidad ejecutiva y las instrucciones de múltiples hombres del maletín, que también sabrán salir airosos en las nuevas series judiciales.
Con los apegos al interés supranacional la república muere y ya no lentamente, los peligros que nos asechan, ya no son vientos huracanados del oeste ni de Pétionville o como consecuencia de las semillas libertadoras de Toussaint. Los peligros están diseminados en toda la geografía nacional, y lo triste es, que manos se agitan y se alegran, desde el mismísimo centro milagroso de las Cariátides.
Mientras todo el acontecer nacional indica que nueva vez el horno no está para galletitas y otros aspiran a que se pueda escuchar un coro indicando claramente: excúseme de nuevo. El dueño del candado observa, y en cualquier momento tomará las calles sin la necesidad de llamar a Pompeo y nadie podrá detener que el pueblo dominicano haga justicia con sus manos.
Por Julián Padilla
