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17 de mayo 2024
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El desafío del desempleo

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El estudio sobre la situación del empleo puesto en circulación recientemente por el Secretariado Técnico de la Presidencia pone de relieve el dramático desafío que para la sociedad dominicana supone el dar ocupación a sus hombres y mujeres, no sólo para que puedan sobrevivir, sino también para ponerlos a producir bienes, riquezas y servicios, única forma de superar el subdesarrollo y la precariedad.

Situando la desocupación en una tasa del 21.5 por ciento a mediados del año pasado, el estudio lo eleva al 53.6 por ciento de la fuerza laboral de la capital sumársele un 32 por ciento de subempleados, gente que vive de chiripas, sin ingresos fijos ni seguridad de ninguna especie, muchos de los cuales vegetan bajo todo género de especulación y servicios, aún los más artificiales y hasta degradantes.

Si entre Santo Domingo y Santiago, el sondeo elaborado por la Oficina Nacional de Presupuesto, sitúa el empleo y el subempleo en alrededor de la mitad de la población en edad productiva, el diagnóstico nacional debe ser mucho más dramático.

Ello así porque esas dos urbes son las principales concentraciones de empleo del país y las mayores poblaciones, donde más posibilidades de empleo y chiripeo se pueden encontrar.

Esa realidad se torna más preocupante cuando se proyecta hacia el futuro. Y es entonces cuando los técnicos oficiales concluyen en que al ritmo que llevamos para dentro de 9 años los dominicanos desocupados ascenderán a 750 mil. Sin contar los subempleados.

¿Qué posibilidades reales de desarrollo tiene un país donde la mitad de los adultos no pueden obtener un trabajo estable y productivo? ¿Qué perspectivas de estabilidad y armonía social y política se pueden avizorar bajo cifras tan escandalosas?

Ciertamente que esas preguntas no pueden encontrar respuestas positivas y que sólo la irreflexión que lleva a esconder la cabeza para no ver las realidades, los profundos egoísmos humanos y sociales y la falta de visión histórica nos permiten continuar hacia el abismo de la violencia y la miseria.

En estos días se efectúa en Santo Domingo un seminario para técnicos y funcionarios gubernamentales con el objetivo de definir los lineamientos de una política nacional de empleo.

Saludamos ese evento como una manifestación más de la preocupación de la tecnocracia por un problema tan medular del desarrollo.

Empero entendemos que en ese nivel hace tiempo que hay concierto de los elementos constitutivos de esa política.

El problema se sitúa a nivel político y de los sectores de mayor poder económico. Y es en esas instancias donde debe discutirse el qué hacer para enfrentar el desafío del desempleo y el subempleo.

Tal vez uno de estos días debería organizarse un seminario especial con los líderes políticos, empresariales y sindicales, para que digan ellos cómo vamos a garantizar el futuro de las futuras generaciones.

La proposición debe ser tomada en serio. Mientras tanto, tenemos que expresar consternación por nuestro futuro, porque sin mejorar la tasa de empleo no solamente multiplicaremos el hambre, sino también la delincuencia de todo género, la huida en estampida de la media isla y la violencia social y política. Todo ello se traducirá en imposibilidad de crear una convivencia democrática.

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