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20 de diciembre 2025
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OpiniónAmérica PérezAmérica Pérez

El crimen que marcó una generación

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Parece que fue ayer. El 4 de mayo de 1996, la República Dominicana fue estremecida por uno de los crímenes más desgarradores de su historia: el asesinato del niño José Rafael Llenas Aybar, de tan solo 12 años. El país se paralizó ante la noticia de su desaparición, seguida pocos días después por el hallazgo de su cuerpo sin vida en una zanja, con más de 30 puñaladas. La brutalidad del hecho, la cercanía de los autores y la implicación de actores diplomáticos convirtieron este caso en un trauma colectivo.

El caso Llenas Aybar nos marcó a todos, niños y adultos, a toda una sociedad. Recuerdo que jugaba con mis amigas las hermanas Roa en el patio de mi casa, cuando del cielo comenzó a llover papeles. Nosotras corríamos porque, en nuestra inocencia, creíamos que era dinero de unas papeletas que a veces tenían promociones. Al caer en nuestras manos, vimos el rostro de un niño que había desaparecido. Luego la televisión también se inundó de este mensaje, y los padres comenzaron a decir que se estaban robando los niños.

Pánico nacional. Un suceso horrendo que llenó de sangre el país, por la forma cruel, inhumana, demoníaca en que fue asesinado quien tenía mi misma edad, a quien se le arrebataron sus sueños de una manera impensable. Tanto que, a 29 años, no ha sido ni será jamás olvidado.

Los principales responsables fueron su primo Mario José Redondo Llenas y su amigo Juan Manuel Moliné Rodríguez. Ambos fueron condenados a 30 y 20 años de prisión, respectivamente. Redondo cumple su condena en el Centro de Corrección de Najayo Hombres, y se prevé su salida en 2026. Moliné cumplió su pena y fue liberado tras 20 años. La participación de ambos estremeció aún más a la sociedad, por tratarse de personas cercanas al entorno familiar del niño asesinado.

En medio de la investigación, se mencionó la implicación de una familia diplomática argentina, cercana a los responsables. Aunque no fueron procesados penalmente, su salida del país se produjo bajo el amparo de la inmunidad diplomática, lo que impidió que fueran citados o investigados más a fondo por las autoridades dominicanas. Esta circunstancia alimentó la indignación social y dejó un manto de duda sobre el alcance real de la justicia en este caso.

Más allá de los detalles judiciales, lo que quedó fue una nación profundamente herida. Familias destruidas, relaciones rotas, infancias truncadas por el miedo. Lo que comenzó como una desaparición, terminó como una pesadilla nacional que expuso no solo la crueldad humana, sino también las grietas en los sistemas de protección institucional y diplomático.

Hoy, a casi tres décadas del crimen, José Rafael Llenas Aybar sigue siendo el símbolo de una generación que perdió la inocencia. Su memoria vive en quienes crecimos con su rostro grabado en volantes, pantallas de televisión y en el alma de un país que aún llora su partida. Este caso nos recuerda que la maldad puede tener rostros cercanos, y que la justicia —aunque llegue— a veces deja espacios vacíos imposibles de llenar.

Por: América Pérez.
Lic. Comunicación Social «Periodismo», magíster en Diplomacia y Derecho Internacional.

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