Santo Domingo 23 / 31 Soleado
ENVÍA TUS DENUNCIAS 829-917-7231 / 809-866-3480
26 de abril 2024
logo
OpiniónGregory Castellanos RuanoGregory Castellanos Ruano

El constreñimiento en nuestra historia

COMPARTIR:

La figura  del constreñimiento es consagrada en la fórmula legal del Artículo 64 del Código Penal para resolver una situación que puede darse en principio entre dos individuos (el que busca constreñir y aquél a quien se quiere constreñir); pero que también puede darse entre varios individuos: una parte compuesta por varios (que buscan constreñir) y la otra parte compuesta por uno (al que se quiere constreñir), o, viceversa,  una parte compuesta por uno (el que busca constreñir) y la otra parte compuesta por varios (a los que se quiere constreñir); e, igualmente, dentro de la visión de la pluralidad, una parte compuesta por varios (que buscan constreñir) y la otra parte compuesta por varios (a los que se quiere constreñir).

La previsión de referencia del Código Penal prescribe:

«Art. 64.- Cuando al momento de cometer la acción el inculpado estuviese en estado de demencia, o cuando se hubiese sido violentado a ello por una fuerza a la cual no hubiese podido resistir, no hay crimen ni delito.«

Para lo que nos interesa y que motiva el presente tema, de dicha disposición legal hay que excluir el aspecto del «estado de demencia« (que es una causal de inimputabilidad) y resaltar y quedarnos con la expresión: «Cuando al momento de cometer la acción el inculpado… se hubiese sido violentado a ello por una fuerza a la cual no hubiese podido resistir«.

Es importante resaltar que hay dos tipos de violencia: la física (o «vis material irresistible« y que dentro de la Dogmática Penal es considerada como «Causa de ausencia de acción«), que es la violencia física ejercida sobre una persona para instrumentalizar el cuerpo o una extremidad de una persona; y la moral (o «vis moral irresistible«), que es la violencia psicológica, la violencia que coacciona psicológicamente a una persona para generarle miedo para obligarla a hacer o a no hacer algo; siendo esta última la que nos interesa.

De manera, pues, que en el Derecho Penal existe el `constreñimiento moral o coacción psicolٕógica que causa el miedo`.

Pero el `constreñimiento moral o coacción psicolٕógica que causa el miedo` también puede existir como categoría histórica en la vida entre dos naciones diferentes.

Así existe el `constreñimiento moral o coacción psicolٕógica que causa el miedo` con categoría de insertado en nuestra Historia, en la Historia de la Nación dominicana; es decir, el constreñimiento ha estado presente en nuestra Historia, y ello es lógico pues la sociedad dominicana está compuesta por seres humanos y al igual que cada ser humano que la compone, aunque ella sea un colectivo, ellá está sujeta al miedo colectivo del conjunto que conforman cada uno de sus integrantes.

A la generación de ese miedo contribuyeron grandemente la sangrienta y crudelísima revolución haitiana; la invasión de Toussaint L`Ouverture en mil ochocientos uno (1801) y la invasión de Jean Jacques Dessalines en mil ochocientos cinco (1805).

La «Gran Revolución« haitiana, como se le llama a dicha revolución haitiana, significó un terrible baño de sangre. Los haitianos con esa revolución «liberadora« fueron tan genocidas que pocos niños blancos se salvaron: hubo que disfrazarlos de niñas y como de menos de cinco (5) años de edad para impedir que la garra sanguinaria haitiana los degollara: casos del padre de Pedro Francisco Bonó y del botánico australiano James Bond.

La estela bárbara y sanguinolenta se reprodujo con sus invasiones a la Parte Este de la Isla en mil ochocientos uno (1801) y mil ochocientos cinco (1805).

En mil ochocientos uno (1801) los pueblos criollos (que venían auto-llamándose `dominicanos` desde la época más lejana de las devastaciones de Osorio de mil seiscientos cinco 1605) y mil seiscientos seis (1606)) vieron con estupor como un poderoso ejército comandado por Toussaint L`Ouverture hacía intrusión con una facilidad pasmosa en esta Parte Este de la Isla y cómo su soldadesca cometía desmanes que iban desde violaciones de mujeres hasta muertes violentas.

Entre Toussaint L`Ouverture y el actual tirano de Corea del Norte, Kim Jong Un, hay un parecido asesino y genocida: en Santiago Toussaint L`Ouverture le ordenó a su sobrino el General Moyse que degollara a todos los habitantes blancos de ese pueblo cibaeño después de él (Toussaint) irse a Haití: el sobrino desobedeció la orden y Toussaint mandó fusilarlo con una cañonazo: lo mismo que hizo Kim Jong Un con su tío Jefe de las Fuerzas Armadas de Corea del Norte.

La invasión haitiana de mil ochocientos cinco (1805), encabezada por Jean Jacques Dessalines, fue todavía más sanguinaria que la anterior de mil ochocientos uno (1801), pero por mucho.

Nuevamente los criollos auto-llamados «dominicanos« veían impotentes cómo otra vez un poderosísimo ejército haitiano con enorme facilidad hacía otra intrusión en esta Parte Este de la Isla y cómo esta segunda invasión fue todavía más devastadora, sanguinaria y genocida que la que le antecedió. Después de toda la crueldad que desplegaron, la misma terminó con Dessalines llevándose como prisioneros a algunos hombres y a una buena cantidad de mujeres y de niños, todos los cuales hicieron el trayecto a Haití a pie amarrados a los caballos de los invasores y allí fueron esclavizados y las mujeres fueron convertidas en esclavas sexuales.

A partir de ahí el miedo terminó de calar en los pueblos criollos y quedaron constreñidos por él a la voluntad haitiana.

Es decir, desde mil ochocientos uno (1801), y muy destacadamente desde mil ochocientos cinco (1805) con Dessalines, hasta mil ochocientos veintidós (1822) la Historia de los criollos dominicanos es la Historia del constreñimiento incrustado en la atmósfera de su vida: el miedo, un terrible miedo, mejor, el terror, máxima expresión del miedo, marcó dicha vida dominicana.

Pero, como se sabe, el mil ochocientos veintidós (1822) no significó el fin de ese miedo, de ese terror.

Conocedores los haitianos, conocedor el gobernante haitiano de esa época, Jean Pierre Boyer, de ese miedo máximo, de ese terror que sus antecesores Toussaint L`Ouverture y Jean Jacques Dessalines sembraron entre los criollos dominicanos con sus exacciones y con sus desmanes sanguinarios y genocidas, él procedió a vender la idea de que él era un «filántropo« (¿?): ese «filántropo« (¿?) encabezó una tercera invasión del poderosísimo ejército haitiano a este territorio; e, incluso, fue ese miedo, ese terror, el que llevó a notables de diferentes pueblos criollos contactados por agentes de Boyer a firmar una serie de documentos escritos (supuestas «proclamas« (¿?)) todos bajo el mismo molde preparado en Haití disque «pidiendo« (¿?), «solicitando« (¿?), «rogando« (¿?) «la unión con Haití«.  Esas «proclamas« (¿?) inducidas por el terror han servido para confundir y engañar a algunos «historiadores« que desconocen el contexto en que se produjeron las mismas y bajo el clisé haitiano.

Es decir, los criollos auto-llamados «dominicanos« nuevamente volvían a ver, impotentes,  «face to face« la facilidad pasmosa con que dicho poderosísimo ejército haitiano incursionaba en esta parte.

Es ese terror de los criollos auto-llamados «dominicanos« al aspecto sanguinario de los haitianos lo que explica porqué no hubo levantamientos durante la ocupación haitiana de mil ochocientos veintidós (1822)-mil ochocientos cuarenta y cuatro (1844).

Y cuando, finalmente, los dominicanos proclamaron su Independencia el veintisiete (27) de Febrero de mil ochocientos cuarenta y cuatro (1844) tuvieron que pelear contra sucesivas invasiones haitianas desde ese mil ochocientos cuarenta y cuatro (1844) hasta mil ochocientos cincuenta y seis (1856); es decir, duraron doce (12) años estuvieron peleando por retener y confirmar su Independencia.

Si los haitianos se hubiesen impuesto a las armas nacionales y hubiesen revertido la Independencia muchas cabezas, prácticamente las de la totalidad de los hombres dominicanos, hubiesen sido cercenadas comenzando por Pedro Santana; y las mujeres y los niños hubiesen pasado a formar parte de familias de militares haitianos como premios.

Precisamente la traición de Santana al ideal independentista es originada por ese miedo, por ese terror a los haitianos, en quienes nunca creyó: no creyó nunca a las autoridades haitianas después de la derrota del ejército de estas en mil ochocientos cincuenta y seis (1856) que supuestamente no habrían más guerras contra los dominicanos. Creía que los haitianos eran demasiado astutos, demasiado ladinos, que cuando decían una cosa era porque iban a hacer lo contrario de esa cosa.

Así, pues, desde la entrada de Toussaint L`Ouverture en mil ochocientos uno (1801) hasta mil ochocientos cincuenta y seis (1856), y hasta más, los dominicanos vivieron dominados por el terror, vivieron presa del terror: este se introdujo en su psiquis social. Fue un periodo de angustiante terror. Los haitianos lo causaron por más de cincuenta y cinco (55) años.

Por Lic. Gregory Castellanos Ruano

 

Comenta

[wordads]