EL NUEVO DIARIO, SANTO DOMINGO.- Ya está en el país el reputado barco Blue Manta, una verdadera nave que se dedica a la investigación científica y ha llegado para cultivar corales y realizar otras actividades, sobre todo en Punta Cana.
Allí se vivió una experiencia interesante. A bordo de la nave marina va el cónsul dominicano en Puerto Rico, César Cedeño, quien describe la importancia de la embarcación científica.
Esta visita, dice él, estrecha los lazos y da impulso al desarrollo científico nacional, al contar en sus costas con una embarcación tan distinguida.
Cedeño habló de las potencialidades del país para cultivar e impulsar la economía azul. Para ello nada más apropiado que la presencia majuestuosa del Blue Manta, que ha llegado desde Puerto Plata para hacer su rigurosa labor.
Por las costas dominicanas se ofrece un paseo a los presentes. La nave arranca, se pone en marcha, dejando a sus espaldas una atropellada burbuja de estelas.
Así, tripulantes y pasajeros zarpan del puerto de San Soucí para vivir una experiencia mágica, singular. Entre todos los presentes sobresale uno: Hipólito Mejía, que arrellanado en el sillón del capitán absorbe la atención de los viajeros. Sus ocurrencias son como analgésicos: sacan risas y carcajadas, calman los nervios, bajan las tensiones. Todos le prestan atención: es inevitable pelar los dientes.
El cascarón se tambalea al compás de las fuertes olas, mientras sobreviene una sensación de mareo y desvaído. La cabeza por momentos da vueltas y más vueltas.
«Voy a descartar la idea de irme en yola», bromea una colega. Vamos juntos, sentados codo a codo, mientras surcamos las candentes y azuladas aguas del mar. Sentimos el brazo invisible de un súbito desmayo. Estamos a punto de colapsar.
La travesía continúa entre olas, chanzas y bamboleos. Las chanzas y bromas vienen de Hipólito, que rodeado de funcionarios, guardacostas e invitados, deleita a los presentes con su clásico sentido del humor. Nadie se aburre: todos ríen a diente pelado. Confiesa que no sabe nadar.
Esas bromas amenizan el viaje y la mente se entretiene escuchando anécdotas, historias y vivencias del exgobernante. De su boca salen vivos don Antonio Guzmán, Balaguer, Jorge Blanco, Peña Gómez. Otros personajes marcan su pintoresca y risible forma de hablar.
A pesar de tantas vivencias, Hipólito no escribirá sus memorias: son muchas las cosas que ha vivido, pero no todas tan placenteras como un viaje en el Blue Manta. Esas historias quedarán grabadas en los dichosos oídos que las escuchan y en los alegres ojos que ven al protagonista. A sus 81 años, el hombre tiene humor de joven y espíritu de aventura.
Imán y protagonista del paseo marítimo, Hipólito recibe explicaciones de las labores científicas del Blue Manta, bajo los auspicios de BlueTide.
El barco se detiene por un largo momento, mientras un dron lo sobrevuela y toma imágenes. En tanto, un experto detalla lo que pueden hacer en alta mar, y otros enrollan y desenrollan unos cables capaces de extenderse por mil pies, hasta llegar a las entrañas del mar.
Desde arriba, enganchados en el segundo piso, otros viven la aventura. Hay un fotorreportero famoso, que es más un todorreteno que un fotocronista. Aprieta el gatillo de su cámara, descarga su flash y todos quedamos frisados debajo de sus pies. La aventura se vive en dos niveles: arriba y abajo. Lo que se vive arriba se siente abajo.
Hay por aquí una maternidad de tortugas marinas o carey, que vienen a desovar a este paraíso acuático. Esos animales marinos recorren cientos y hasta miles de kilómetros para llegar a este cálido santuario. Se arriman y dejan sus tiernos huevos en la playa del Club para Oficiales. El Acuario Nacional toma algunos para fines de crianza.
