Cada día los medios de comunicación informan sobre nuevos hechos de violencia. Algunos estremecen la población, provocando pánico y horror. Los últimos dos crímenes, que conmovieron la sociedad. Fueron cometidos por dos militares. Uno, por un vicealmirante retirado y el otro por un cabo activo.
En el primer caso, fue sometido a la justicia el vicealmirante retirado Félix Alburquerque Compres, ex jefe del Departamento Nacional de Control de Drogas (DNCD) imputado por la muerte violenta del comentarista deportivo Manuel Duran durante una riña.
En el segundo, el cabo de la Dirección General de Seguridad y Tránsito Terrestre (DIGESETT) Esteban Javier Cora por el horrendo asesinato de cuatro personas. Un hecho escalofriante, que le arrebató la vida a tres mujeres y un hombre, además de producir heridas a un niño.
Según ha trascendido, solo habían pasado 68 días, de que las autoridades de Moca donde prestaba servicio, recomendaran su desvinculación de la Institución del Orden, por haber golpeado salvajemente a un motociclista en plena vía pública, sin presentar excusas.
Pero, fue protegido y trasladado al Municipio de Los Alcarrizos donde cometió los asesinatos. En el segundo caso, el vicealmirante Félix Alburquerque anteriormente había sido expulsado de las filas militares, por ser imputado de la muerte del cabo de la Policía Nacional, Alfredo de Jesús Jiménez Mateo, ocurrida en abril del año 1992.
No obstante, fue reintegrado en el 2001 mediante el decreto 44-01, del presidente Hipólito Mejía. Iniciando una vertiginosa carrera de asenso que lo llevó a ocupar las más altas posiciones en las Fuerzas Armadas. Pasándole por encima a militares con carreras intachables y excelentes cualidades humanas.
Un país, donde las relaciones políticas tienen más peso que el mérito, nunca podrás salir del subdesarrollo. En cualquier otra sociedad, estos dos casos serían sometidos a profundas investigaciones para determinar, quiénes protegieron al cabo y los que recomendaron el reintegro del vicealmirante, después de haber sido separado por su violenta conducta, que terminó en muerte.
Solo buscando en el fondo de las causas de la criminalidad, se pueden tomar medidas adecuadas para frenar su aumento. Las muertes violentas de cinco personas, debe sonar las alarmas de la sociedad, para exigir al Estado, tomar acciones concretas para disminuir la violencia.
Si no se hubiera protegido al cabo. La historia fuera diferente. De no haber reintegrado al vicealmirante, hoy no tuviera, que arrepentirse. Cada eslabón de la cadena que concluyó terminando con esas vidas, tiene su cuota de responsabilidad de los hechos.
Por tanto, no basta con el arrepentimiento del vicealmirante, sino que, quienes están detrás, deben hacer lo mismo. Ya que podrán evadir la justicia humana, pero nunca la Divina. Con esa saludable actitud aportarían al adecentamiento de la carrera militar.
Por Lic. Elías Samuel Rosario Mata
