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29 de diciembre 2025
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OpiniónLEONARDO CABRERA DÍAZLEONARDO CABRERA DÍAZ

El alzheimer del poder

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Antes de llegar al poder y ser funcionarios públicos los políticos, conocen al dedillo y  de forma pormenorizada  los problemas y necesidades de sus comunidades.

Conocen a casi todos los  miembros  de sus partidos, e interactúan con ellos, saben  de su  procedencia, el sector donde viven, su capacidad dirigencial, su  hoja comunitaria.

Están enterados si  son proclives  o  están en actividades o cosas no santas,  si les  pesan los ruedos de sus  pantalones,  y en caso de  ser     cristianos, saben hasta   las iglesias a las  que asisten.

También conocen  el “pedigri” de quienes conforman  la oposición, incluso, en ocasiones  son familiares, amigos de infancia o fueron compañeros  de estudios.

En fin, al que no lo  conocen, lo   han  visto alguna vez, o tienen   las debidas referencias o el currículo de vida con todo cuanto   pudiera ser de su interés.

Para su suerte, siempre hay quienes informan  con lujo de detalles, y  hasta  exageran al respecto sin que haya  necesidad de  preguntarles.

Están conscientes de  cuáles son las   carencias y precariedades  por las que atraviesan sus compueblanos.

No obstante, resulta casi  obligatorio que la ciudadanía se vea precisada a recurrir   a los medios  a su alcance para demandar  obras y soluciones  que por la falta de iniciativas y voluntades políticas no se ejecutan.

Obras y soluciones que constituían una gran preocupación para ellos, los políticos y prometían realizarlas,  si con el favor del pueblo   llegasen a gobernar el país.

Empero, el alzheimer del poder  que sufren    algunos  políticos      impide recordarlas   y solo son posibles, si coinciden con sus intereses particulares para engrosar sus bolsillos.

Quedando evidenciado que no tienen  la   talla para  satisfacer las expectativas que en torno a ellos se creó  la población  que con un dejo de amargura  solo  atina decir: “tanto que este fulano habló y criticó cuando estaba en  la oposición  y ha resultado ser igual o peor que aquellos a  los que criticaba”.

Con Dios siempre, a sus pies.

Por: Leonardo Cabrera Diaz

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