El Instituto Nacional de Protección de los Derechos del Consumidor (Pro Consumidor), admitió que existe un riesgo a largo plazo para la salud de las personas que consumen agua de botellones que estuvieron expuestos al sol, debido a que las altas temperaturas provocan que estos embaces liberen químicos que vulneran la salubridad del líquido.
El bisfenol A (BPA) es una sustancia química utilizada en la fabricación de ciertos plásticos y resinas. Se encuentra comúnmente en productos de uso diario como botellas de agua, recipientes de alimentos, tapas de botellas y papel térmico. El BPA es conocido por ser un disruptor endocrino, lo que significa que puede interferir con el sistema hormonal del cuerpo.
Los científicos han dividido las partículas de plástico halladas en casi todos los órganos, tejidos y membranas del cuerpo humano en dos tipos: microplásticos (de menos de 5 milímetros) y nanoplásticos (con diámetros inferiores a 0.001 milímetros).
La palabra plástico hace referencia a un producto que puede ser modelado por efecto del calor y la presión, estos productos resultantes no son otra cosa que productos orgánicos a base de carbón, con moléculas de cadenas cortas o largas llamados polímeros; son materiales sintéticos obtenidos mediante reacciones de polimerización a partir de materiales de origen orgánico como el petróleo y sus derivados.
El uso de plásticos se ha multiplicado durante los últimos años debido a su facilidad para poder comercializar muchos productos utilizándolos. Su principal inconveniente radica en las tasas de reciclaje y en que su degradación en el medio ambiente es muy lenta. El uso de plásticos en la sociedad actual se ha visto incrementado de manera exponencial en los últimos años y, en especial, desde su aplicación a productos de un solo uso1.
Su difícil reciclaje y su baja capacidad de degradación tienen como consecuencia una acumulación de estos en el medio ambiente, lo que ha sido reconocido como un problema medioambiental emergente.
Los plásticos, además de las consecuencias sobre el medio ambiente, tienen un efecto directo evidente sobre los seres vivos, ya sea por ingestión, estrangulamiento, El atrapamiento o toxicidad. Países con destacada actividad en Salud Pública, como EEUU, Canadá, Australia o Japón, también consideran los microplásticos como un riesgo emergente. Sus respectivas agencias o ministerios con competencias medioambientales han publicado informes donde se destaca el impacto presente y futuro.
Los problemas generados por el consumo desmedido e incorrecta eliminación no pueden continuar siendo ignorados, se debe de empezar a trabajar activa y globalmente desde los ámbitos políticos, económicos y educativos en la búsqueda de soluciones inmediatas y a mediano y largo plazos, en la conversión de la cultura social a través de los procesos educativos.
Los embalajes que son de plástico, las botellas y los envases son las principales fuentes de contaminación de microplásticos a nivel mundial la ingestión de microplásticos podría causar daño al organismo, mediante daño físico (inflamación, estrés oxidativo) o por daños químicos (adsorción de sustancias y daños hormonales afectando a la reproducción y desarrollo).
Múltiples estudios demuestran daños en los diversos sistemas del ser humano (nervioso, digestivo, excretor, respiratorio, barrera placentaria, etc.). Mientras no se cambien los hábitos de consumo de la sociedad en general y las autoridades no asuman un compromiso hacia la búsqueda de la solución al problema de los plásticos, micro, nano y fibras, tales como el uso y reutilización de las bolsas plásticas de más de un uso, la correcta separación de los plásticos en general y el fomento y apoyo a la industria del reciclaje, todas las especies vivas están en riesgo o en peligro de extinción; este tipo de contaminación al igual que pone en riesgo a los organismos vivos, contamina grandes superficies de tierra, agua y aire al reducir su calidad. es necesario que se regule la legislación sobre plásticos y microplásticos, ya que son un importante problema emergente para la salud pública.
El autor es docente de la Universidad Católica Santo Domingo.
Por Rafael Bello Diaz