Cada vez miramos crímenes que nos dejan estupefactos y con efectos múltiples. Comencemos con las muertes mismas y seguimos con las consecuencias que ellas traen. Es una verdadera industria del dolor que destruye familias y deja huérfanos por montones.
Sólo los tres muertos en la tragedia de La Toronja, en Santo Domingo Este, dejaron diez niños sin sus padres. Y así es en cada caso que vemos a diario en distintos puntos del territorio nacional.
Con frecuencia muchos tienen que vivir con la experiencia de haber visto ejecutar a su ser querido, como en los crímenes de mujeres.
Esto revela igual la displicencia de las autoridades, que no siempre responden a tiempo a solucionar los conflictos.