En República Dominicana estamos viviendo un retroceso silencioso, pero profundo, en uno de los pilares fundamentales del desarrollo de un país: la educación. En los últimos años, los avances logrados han sido desmontados, desmantelados o simplemente abandonados. Lo más grave es que este deterioro se ha normalizado bajo el gobierno de Luis Abinader.
Durante el gobierno de Danilo Medina se impulsó la más ambiciosa transformación educativa que ha tenido el país en décadas. No fue demagogia ni cuentos repetidos, sino hechos concretos: tanda extendida con desayuno y almuerzo escolar, construcción masiva de aulas y estancias infantiles que apoyaban a las madres trabajadoras y garantizaban desarrollo temprano.
Además, con República Digital, se entregaron laptops y tabletas a cientos de miles de estudiantes pobres. Por primera vez, la brecha digital se redujo. También se distribuían uniformes, mochilas y útiles escolares cada año, asegurando que ningún estudiante quedara fuera por falta de recursos.
Hoy esa visión ha sido sustituida por una gestión improvisada y sin compromiso real con el futuro de nuestras niñas y niños. La tanda extendida sigue, pero vacía de contenido y con comida de dudosa calidad. En los comedores abundan las quejas: alimentos pobres, mal preparados y a veces en mal estado. ¿Cómo se habla de calidad cuando ni se garantiza una comida digna?
Las estancias infantiles están abandonadas o cerradas. Muchos centros se caen a pedazos mientras el gobierno prioriza el maquillaje mediático sobre las verdaderas necesidades.
En infraestructura, aulas construidas con visión hoy están deterioradas, sin mantenimiento ni condiciones básicas. La falta de planificación ha generado hacinamiento: hay salones con más de 50 estudiantes.
La entrega de laptops, útiles y uniformes se ha vuelto simbólica y deficiente. A diferencia de antes, hoy se entregan menos, tarde y con materiales de baja calidad. Las mochilas se rompen, los uniformes no alcanzan y las computadoras llegan a cuentagotas. El programa República Digital fue abandonado sin explicación.
Bajo Danilo Medina, el 4% del PIB en educación se tradujo en resultados. Hoy, aunque se menciona, su ejecución es deficiente. El Ministerio de Educación es más escándalo que soluciones. Contratos millonarios, poca transparencia y nulo impacto en las aulas.
La educación no se resuelve con likes ni con apariciones en televisión; se trabaja en las aulas, no en los micrófonos. Y eso fue lo que ofreció Danilo Medina: una revolución silenciosa, construida desde abajo, con resultados reales.
Con Abinader, esa revolución ha sido pisoteada. Lo que vemos es retroceso con brillo de redes. Y el precio lo pagan los más pobres: nuestros niños, que merecen mucho más.
¿Hasta cuándo vamos a tolerar el abandono de la educación pública? ¿Hasta cuándo vamos a permitir que lo poco bueno que se logró se pierda? La respuesta está en nuestras manos. Porque el futuro se construye en las escuelas, no en los titulares pagados.
