Tenemos dos temas sumamente complicados para bregar con ellos. Se trata de la inflación y de la inseguridad. Ambos, no sólo deben ser controlados, tienen que sentirse en la realidad de la población.
Sobre todo, en esa mayoría víctima de los ilícitos y de los altos precios que tocan la canasta básica de subsistencia. La inflación es incluso más difícil de combatir que la delincuencia, pues muchas de las causas son externas de las que no se tienen controles.
Con la delincuencia se hacen esfuerzos, pero los resultados visibles parecen estar más sentados en las estadísticas oficiales que en la percepción pública. Las imágenes que corren en los medios y las redes sociales hacen dudar de los progresos.