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26 de abril 2024
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5 min de lectura Una mirada al pasado

Dos miradas: el asesinato de Lilís y el asalto al Moncada

Dos miradas: el asesinato de Lilís y el asalto al Moncada
Lilís (der.) y Fidel, en la imagen.-
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Este lunes 26 de julio señala dos efemérides que, alejadas en el tiempo, hacen brotar de la memoria histórica recuerdos perdurables. Esos episodios del pasado están grabados con letras candentes en los anales de la historia universal. Claro, uno de ellos es nacional y otro extranjero, pero ambos perduran con la misma fuerza del ayer, y arrojan lecciones vivas de un pasado muerto.

El asesinato del tirano Ulises Heureaux (Lilís) y el asalto a los cuarteles Moncada de Cuba constituyen hechos violentos y estremecedores, que marcaron una época del pasado y un tiempo ya clausurado. Son huellas de la historia. A ellos acude el imaginario histórico para extraer enseñanzas y revelaciones.

Lilís, el sátrapa cruel y despiadado, cayó abatido a tiros el 26 de julio de 1899. Quedó hundido en su sangre, aplastado por la venganza terrible de Mon Cáceres, Jacobito de Lara y Horacio Vásquez. El tiranicidio se produjo en Moca, tierra de intrépidos hombres y arrojadas mujeres.

Repasemos un poco de su vida. Ulises Hilarión Level (Lilís), el hijo del juez D’Assás Heureaux y Josefa Level, nació en Puerto Plata el 21 de octubre de 1845, y fue criado por la haitiana Madame Rose. Le llamaban «bañaperros» por dedicarse a esa práctica. Desde joven dio muestras de valor y coraje. En efecto, se enroló en la Guerra Restauradora acompañando a Gregorio Luperón. Era este su mentor y lo tenía como su pupilo. Protagonizó un episodio bélico que recoge su valor a toda prueba. Estando en Haití, donde combatían al nefasto Báez y su sexenio, se fue a tiros con Juan Antonio Abad, por la posesión de una frasada. Lilís mató a Abad pero este lo hirió y le dejó lisiada la mano derecha. Por esto el futuro tirano tuvo que volverse diestro con la izquierda. Con esa mano tiró el día que lo mataron, llegando a herir a un pordiosero. En otra ocasión, también contra Báez, lo sorprendieron en el sur profundo recogiendo batatas en un conuco, lo que se ha perpetuado a través de un refrán: «Lo agarraron asando batatas».

Lilís tenía fama de invencible. Se lo atribuían a un resguardo que su madre le administró para blindarlo y librarlo de sus enemigos. Desafió peligros y superó amenazas de muerte, lo que dio fama al asunto del resguardo y a su protección misteriosa. Le sirvió a Luperón y lo traicionó también. Forjó una abigarrada alianza con los rojos. Gobernó entre 1880 y 1882 y despúes entre 1887 y 1899. En el ínterin, usó a Alejandro Woos y Gil y quiso manipular a Francisco Gregorio Billini, el estupendo autor de «Baní, o Engracia y Antoñita». Billini renunció el 16 de mayo de 1885, tras nueve meses en el poder, y fue sustituido por el dócil Woos y Gil. En su primer mandato Lilís estaba bajo la sombra de Luperón, pero luego se zafó de esa protección y dominó a sus anchas, estableciendo una férrea y despiadada tiranía. Tejió una vasta red de espionaje. El antiguo mentor tuvo que exiliarse, pero Lilís lo fue a buscar para que muriera en paz en su terruño adorado.

El dictador echó las bases materiales de la desdichada República. Cables, telegramas, ferrocarriles, sistema telefónico, empezaron en su pesada Era. Tomó préstamos y comprometió al país con la Westerndorm holandesa y con la Improvement estadounidense. Negoció la nación y la ató a poderosos intereses extranjeros. Esas ataduras desembocarían en una aberración histórica: la ocupación militar de Estados Unidos, entre 1916 y 1924.

Lo de Fidel Castro fue una verdadera hazaña. Junto a un grupo de seguidores atacaron las fortalezas militares del Moncada, en Santiago de Cuba. Esos cuarteles representaban la dictadura de Fulgencio Batista, el coronel erguido y enseñoreado de la isla. Él se había hecho con el poder al darle un golpe de Estado a Carlos Prío Socarrás, el 10 de marzo de 1952. Disolvió el Congreso, suprimió los partidos y gobernó sin escrúpulo alguno. Era amigo de Fidel, cuya primera esposa, Mirta Díaz-Balart, era hermana de Rafael Díaz-Balart, alto funcionario de Batista. De hecho, el joven Fidel llegó a visitar la finca de Batista. Allí observó que el dictador no tenía la «Técnica del golpe de Estado» de Curzio Malaparte, y llegó a pensar que no era revolucionario. Desde ese momento lo dominó la ojeriza y la animadversión contra Batista. Animado por un sentimiento tan devorador, se lanzó al ataque y cayó sobre los cuarteles el 26 de julio de 1953. Allí nació el movimiento del mismo nombre.

A uno de los atacantes, Abel Santamaría, lo capturaron, le sacaron los ojos y lo martirizaron. Otros sufrieron el mismo escarmiento sangriento. Solo unos pocos -Fidel y su hermano Raúl entre ellos- lograron sobrevivir con la mediación de un sacerdote. Ambos, que habían estudiado en una escuela de jesuitas, fueron fríamente encarcelados y después indultados. Entonces se fueron a México, donde orquestaron un movimiento guerrillero para regresar a la isla y tumbar al tirano cruel. Conocieron al Che Guevara, un hombre inquieto con apetito revolucionario. En México fueron descubiertos y detenidos. Solo la intervención de Lázaro Cárdenas, el expresidente mexicano (1934-1940), pudo conseguir la liberación de Fidel. Una vez excarcelado, se lanzó a la aventura revolucionaria: volvieron a bordo del Granma, desembarcando el 2 de diciembre de 1956 y emprendiendo, así, una fulgurante campaña de liberación armada. El puñado de 82 hombres sufrieron el terrible revés de Alegría de Pío, pues Batista ya estaba advertido de la aventura guerrillera y los atacó sorpresivamente, diezmando a las fuerzas revolucionarias.

La victoria llegó después de dos años de guerrilla: el 1 de enero de 1959, con la fulgurante huida de Batista. Claro, la Revolución cubana había arrancado en las montañas con una campaña de alfabetización rural y de conciencia revolucionaria. Desde Radio Rebelde, la espléndida voz de Violeta Casal estremecía las montañas, penetraba a las ciudades y sembraba la guerrilla.

La Revolución cubana aún sobrevive, más de 60 años después. Pero esa es otra historia y pide otra mirada al pasado.-

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