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26 de diciembre 2025
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OpiniónDerby L. González S.Derby L. González S.

Disrupción conceptual en la arquitectura: una disciplina en transformación

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Por Derby González

Hay momentos en los que una tecnología no solo cambia cómo se hacen las cosas, sino cómo las pensamos. Este es uno de esos momentos. La inteligencia artificial ha dejado de ser una asistente obediente para convertirse en una presencia que transforma profesiones enteras. Y, aunque suene sorpresivo, la arquitectura también se encuentra en el centro de esa transformación.

En este nuevo escenario planteamos tres conceptos que, aunque suenan extraños al principio, podrían convertirse en palabras clave del futuro: iarquitectura, iarquitecto e iarquitectónico. No son solo construcciones futuristas, sino una manera de nombrar algo más complejo: un cambio radical en cómo diseñamos, construimos y habitamos los espacios. La iarquitectura no es simplemente el uso de sofisticadas herramientas digitales. No se trata de delinear planos en programas más modernos. Esto es otra cosa. Es una relación más estrecha, casi íntima, con sistemas inteligentes que participan activamente del proceso creativo. Sistemas que pueden analizar ciudades en tiempo real, simular climas, anticipar cómo nos movemos y sugerirnos miles de soluciones posibles que combinan belleza, funcionalidad y sostenibilidad. Eso no es solo arquitectura asistida: es arquitectura en forma de diálogo. Ya no se buscarán formas definitivas, rígidas, estáticas. Se diseñarán estructuras que aprenden, que se adaptan, que mejoran con el tiempo. Como si los edificios dejaran de ser monumentos inamovibles para convertirse en organismos vivos.

Todo esto, claro, requiere una transformación del rol profesional. El arquitecto tradicional, acostumbrado a imaginar en solitario su proceso de “caja negra”, empieza a compartir escenario con la máquina. El iarquitecto no solo dibujará o proyectará: entrenará algoritmos, interpretará redes neuronales, trabajará con datos, tomará decisiones apoyado en modelos predictivos. Se convierte en un mediador entre dos inteligencias: la suya y la de la IA. Y para hacerlo bien, necesitará mucho más que habilidades técnicas. Le hará falta criterio ético, visión estratégica y sensibilidad para entender el impacto social y ambiental de lo que diseña. Porque no bastará con que algo funcione: debe tener sentido.

De esta colaboración entre humano y máquina nace también un nuevo tipo de resultado: Lo iarquitectónico. El nombre puede sonar abstracto, pero nombra cosas muy concretas. No es solo un plano o una maqueta. Es un modelo que se ajusta en tiempo real, que incorpora datos vivos, que anticipa su propio uso. Ya no es una fotografía del futuro, sino una especie de película en curso. Un diseño que no se termina, sino que evoluciona. Puede ser un edificio que adapta su consumo energético según el clima, o un espacio que se transforma según quién lo habite. La idea misma de “producto terminado” se vuelve obsoleta.

Este cambio de paradigma nos puede parecer exclusivo de contextos tecnológicos avanzados, pero América Latina, por ejemplo, tiene aquí una gran oportunidad. No se trata de importar fórmulas extranjeras, sino de desarrollar soluciones propias, combinando inteligencia artificial con identidad local, sensibilidad cultural y compromiso social. En nuestra región, con tantos desafíos urbanos, con tantas urgencias habitacionales, esta nueva arquitectura puede ser más que una innovación: puede ser una herramienta poderosa para construir ciudades más justas, más sostenibles y humanas.

Estos nuevos conceptos son una señal de una revolución silenciosa que ya está en marcha. Como toda gran transformación, requiere nuevas palabras, nuevos profesionales y, sobre todo, nuevas formas de concebir. Porque hoy, más que nunca, la arquitectura del futuro se está diseñando en el presente. Y su principal material de construcción no es el concreto, la madera o el acero: es la comprensión profunda de lo que está sucediendo.

si consideramos el papel creciente de la inteligencia artificial en múltiples disciplinas, sería oportuno proponer que la Real Academia Española incluya en su agenda la evaluación e incorporación de estos y otros términos similares que puedan surgir. Partiendo  de que tanto la lengua, como la arquitectura, también evolucionan. Y en estos tiempos de transformación conceptual, las palabras no solo generan cambios, incluso lo hacen posible.

 

 

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