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27 de diciembre 2025
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OpiniónAnn SantiagoAnn Santiago

Disney y las Adaptaciones Live Action: La Nostalgia como Negocio y la Magia que se Diluye

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Disney. Para muchos, es la fábrica de sueños, el lugar donde la magia ocurre y los finales felices son la norma. Pero últimamente, parece más una fábrica de fotocopias. Cada nueva adaptación live action es como un intento desesperado por resucitar lo que alguna vez nos hizo vibrar. Como quien rebusca entre las cenizas de un fuego que ya se apagó.

No es que el pasado esté mal. La nostalgia tiene su encanto, lo entiendo. Hay algo reconfortante en volver a esas historias que nos marcaron de niños. Pero cuando la nostalgia se convierte en una excusa para no crear nada nuevo, ahí es donde las cosas dejan de tener sentido. Porque si algo nos enseñó Disney en sus mejores años, fue a soñar con lo imposible. ¿Y qué estamos soñando ahora? Remakes. Versiones “modernas” de cuentos que ya conocíamos. Lo mismo, pero con más brillo.

La Nostalgia como Producto

Vamos a ser sinceros: Disney no vive de la magia, vive del negocio. Y el negocio de la nostalgia es redondo. Los que crecimos viendo *La Sirenita*, *Aladdín* o *Blancanieves* ahora somos adultos con ingresos y, muchos de nosotros, con hijos a quienes queremos transmitir lo que nos hizo felices. Disney lo sabe. Y ahí está la trampa.

Nos venden una supuesta evolución, pero lo que recibimos es una versión deslavada de lo que fue. El problema no es que actualicen las historias; el problema es que lo hacen sin alma. Como si creyeran que con CGI y rostros famosos pueden llenar el vacío de la creatividad perdida. Pero la magia no se genera en una pantalla verde. La magia pasa cuando algo te mueve, cuando te agarra del pecho y te recuerda por qué vale la pena emocionarse.

La Inclusión Mal Entendida

Y luego está la inclusión. Porque claro, ahora toca ser inclusivos. Pero Disney no lo hace porque crea en la representación. Lo hace porque vende. Porque queda bonito en el póster. Cambiarle la etnia a una princesa o poner un personaje secundario queer no es inclusión si detrás no hay una historia que importe. La verdadera inclusión no necesita titulares ni polémicas. Se siente.

Si Disney de verdad quisiera representar al mundo en toda su diversidad, ¿por qué no crear nuevos personajes? Hay miles de historias que nunca hemos visto en la pantalla grande. Mitos, leyendas, realidades que podrían conmovernos y enseñarnos. Pero no. Es más fácil pintar de otro color a lo que ya conocen. Más fácil disfrazar la pereza creativa de progreso.

No me malinterpreten. La diversidad importa. Ver a alguien como tú en una historia puede cambiarlo todo. Pero la representación debe ser real, no una jugada de marketing. Y Disney, con todo su poder, podría hacer mucho más que esto.

La Magia Que No Sobrevive al Realismo

Pero aunque logren sortear la controversia, hay algo que los live action nunca van a conseguir: recrear la magia. La animación tiene la libertad de lo imposible. Un candelabro cantando, un genio azul desbordado de energía, una sirena que juega con delfines en un océano de colores imposibles. En el live action, todo eso se convierte en un intento torpe por hacer que lo fantástico se vea “real”. Y ahí es donde se pierde el encanto.

La fantasía no necesita ser realista para ser creíble. Solo necesita ser honesta. Y mientras Disney siga apostando por lo seguro, por lo que ya fue, estaremos condenados a vivir en un ciclo eterno de versiones sin alma. Porque la verdadera magia no es la que se ve, es la que se siente.

Disney tiene los recursos y el talento para crear nuevas historias que nos hagan soñar otra vez. Pero mientras sigan prefiriendo el reflejo de su propio pasado, nos quedaremos con películas que solo intentan imitar lo que alguna vez nos hizo felices. No necesitamos otro live action. Necesitamos algo nuevo. Algo que nos recuerde por qué alguna vez creímos en la magia.

Porque si Disney quiere que volvamos a soñar, tendrá que atreverse a hacerlo también.

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