Hace poco leí sobre el concepto de diplomacia preventiva y, además de investigar acerca del significado, indagué sobre las veces que se ha utilizado en tiempos recientes. Pocos resultados satisfactorios obtuve. Pero, aun así, me animé a empaparme robustamente de esa idea que considero necesaria.
Su ideólogo fue el finado Premio Nobel de la Paz y Secretario General de las Naciones Unidas, el señor Dag Hammarskjöld; sin embargo, quien la puso en práctica notable fue su sucesor, el profesor U Thant. Específicamente, en la crisis de los misiles de Cuba en 1962.
En su concepción, la diplomacia preventiva tiene como finalidad evitar que surjan y prosperen conflictos internacionales. De esa manera, abarca en base a conversaciones directas y continuas el origen de las tensiones, integrando los cimientos de la seguridad y la paz, los derechos humanos y desarrollo inclusivo en el marco de las Naciones Unidas. Indirectamente, el artículo 99 de la Carta de las Naciones Unidas, ha servido de amparo para emprender esta vía.
Actualmente, la cultura de la diplomacia preventiva es uno de los asuntos prioritarios en la agenda del Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres. En tal sentido, la organización ha implementado iniciativas que promueven esta herramienta capaz de gerenciar riesgos antes de su escalada. Ejemplo de eso es la Alianza de las Civilizaciones, que fomenta el diálogo intercultural e interreligioso y llama a tomar en cuenta a otros actores locales. De ese modo, se busca promocionar acciones concretas destinadas a obstaculizar enfrentamientos y la construcción del sosiego geopolítico.
No obstante, según el diplomático español Ramón Blecua, el mayor indicador de que este artilugio de toma decisiones en auxilio de los conflictos está en desuso, es la cantidad de altercados internacionales que se suscitan y escalan alrededor del mundo.
Por esa razón, para la profesora Mabel González Bustelo existen países con dificultades contemporáneas y de larga data, que ignoran lo efectivo que pudiese ser aplicar la diplomacia preventiva; obviando así, un canal de diálogo abierto, imparcial y con el firme compromiso de esclarecer y contribuir frente cualquier eventualidad. Desafortunadamente, ha ocurrido así en Siria, Yemen, Venezuela y Libia entre otros.
Por tanto, debe ser interés de todos los pueblos de América Latina y del mundo estimular la utilización de este mecanismo de mediación.
Política Exterior
Quienes dirigen la política exterior dominicana, tienen a su disposición los talentos humanos suficientes y capacitados para desarrollar el instrumento de la diplomacia preventiva. No simplemente para nuestro uso propio, sino también, para cooperar en materia diplomática con otros países, conjuntamente con las Naciones Unidas o, cualquier otro organismo multilateral de prestigio.
De manera que emplear la diplomacia preventiva como eje fundamental de la política exterior, sería altamente beneficioso. Y sin duda, un valioso aporte nacional e internacional que cambiaría la forma de ejecutar las relaciones internacionales en la región, en vista, de que su objetivo es proteger la paz, los derechos humanos, el Estado de Derecho, la gobernanza y el desarrollo sostenible que tanta atención amerita hoy en día. Asimismo, produciría un aumento considerable de los creadores de política exterior con interés de prepararse profesional e intelectualmente para brindar la excelencia en ese tema especialmente.
Como consecuencia del contexto social y económico global, la diplomacia preventiva debería ser el catalizador principal que guíe a los Estados a la resolución de disputas, en virtud, de que eludir este instrumento de alivio de conflictos, sería obstinado ante la amplitud de novedosos métodos bélicos entrelazados con las nuevas tecnologías como la inteligencia artificial. Igualmente, por los esfuerzos actuales en contrarrestar la crisis común que padece el planeta: la pandemia de la COVID-19.
Por consiguiente, fortalecer en el tiempo el uso de la diplomacia preventiva, propiciará mantener la armonía y estabilidad global que tanto se aclama.
Será esa una causa a la que siempre me sumaré activamente.
Por Nelson J. Medina
