La desconfianza crece en la población respecto a la clase política y a los sectores de poder cuando las desigualdades se ensanchan. Cuando entre lo básico y la abundancia se convierte en una fuente de indignación y resentimiento social.
Y a una sociedad resentida le duele el progreso de los demás, incluso ni siquiera ella misma reconoce sus propias mejorías. Es quizás el principal problema del mundo de hoy, en que la globalización igual trae conocimientos generalizados y la gente replica las actitudes con suficientes razones o sin ellas.
La conducta pública de los funcionarios no siempre ayuda a resolver ese conflicto con que vive buena parte de la población, pues no siempre se muestran austeros y frugales.