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31 de diciembre 2025
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OpiniónArmando OliveroArmando Olivero

Dembow y colmadón: Las piedras que claman

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La frase bíblica, “Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían,” resuena con una profunda pertinencia en la realidad social dominicana. Este antiguo proverbio ilustra cómo la creatividad, la comunidad y la resiliencia ciudadana se manifiestan de manera ineludible, incluso cuando las estructuras formales y el apoyo gubernamental fallan. Al examinar fenómenos de arraigo popular como el auge del Dembow y la proliferación de los colmadones, muchos observan una preocupante falta de apoyo oficial. Para una porción significativa de la población, esta negligencia por parte de la élite gobernante no es casual, sino el resultado de un plan intencional para debilitar la identidad cultural del pueblo. Sin embargo, en lugar de desaparecer, las «piedras» de nuestras comunidades han encontrado su voz. Ellas claman por lo que les ha sido negado: espacios de expresión, cohesión social y oportunidades de desarrollo.

El alma social que floreció en la ausencia (pero a un precio muy alto)

La realidad social actual es un reflejo inequívoco de la desatención estatal. El auge del Dembow y el surgimiento de los colmadones no son meros síntomas de un problema; son el alma de la sociedad dominicana, expresiones vibrantes que nacen de un pueblo al que se le negó el derecho a la educación en música, arte y moral. Pero a un precio muy alto: la pérdida de nuestra juventud y de la identidad cultural de nuestro pueblo.

  • El Dembow: Un Grito que Se Hizo Himno: El talento innato de los jóvenes de nuestros barrios clamó con fuerza a través del Dembow. Con medios improvisados, crearon un movimiento de alcance global, demostrando que la creatividad humana es una fuerza imparable. El Dembow no surgió en el vacío; fue la respuesta a la falta de espacios de formación y expresión.
  • Los Colmadones: El Latido del Corazón Comunitario: La desaparición de los clubes sociales tradicionales, que eran el epicentro de la vida comunitaria, dejó un vacío que los colmadones vinieron a llenar. Estos establecimientos, llamados anteriormente colmados, hoy fusionan la venta de víveres con la interacción social. Se han convertido en el centro cultural y de esparcimiento que la política pública no supo ni quiso proveer. Son el «clamor de la comunidad» por tener un espacio de encuentro y un lugar al que ahora llaman colmadón.

La solución: Regular para el bien común y la sanidad social

Reconociendo que el colmadón y el Dembow ya no son fenómenos transitorios, sino componentes intrínsecos de la identidad social, la solución no radica en la eliminación o la supresión. La clave reside en la formalización y regulación de estas prácticas a través de políticas públicas que las transformen en un bien común. La Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y Radiofonía (CNEPR) tiene un rol crucial en esta integración. Para lograrlo, la CNEPR debería ser regulada a través de una ley, no de un decreto, e integrar un cuerpo policial especializado para sus operaciones.

La CNEPR, una entidad que ha sido colocada en el olvido por nuestros gobernantes, se necesita hoy más que nunca. Su función, más allá de la censura, es ser un árbitro de la convivencia, un puente entre la creatividad popular y la responsabilidad social.

Es vital reconocer que la raíz del malestar social no recae en los artistas que crean esta música, sino en aquellos que la comunican y promueven. A menudo, el Dembow es la crónica de la realidad social que viven muchos jóvenes, reflejando su entorno sin filtros. Sin embargo, cuando estos contenidos son amplificados sin un marco regulatorio, pueden impactar negativamente en la sociedad. Por ello, la reactivación de la CNEPR es fundamental para establecer un marco de regulación que equilibre la libre expresión con el respeto al orden público, la ética y los valores, canalizando la fuerza de la música urbana hacia un impacto positivo.

  • Colmadones como Centros Comunitarios Regulados: En lugar de estigmatizar y perseguir a los colmadones, las políticas públicas deben formalizarlos como «Centros Comunitarios de Proximidad». Esto implicaría una regulación clara sobre horarios de operación, niveles de ruido, venta de alcohol y medidas de seguridad. A cambio del cumplimiento, el gobierno podría ofrecer licencias especiales, acceso a programas de microcréditos para mejoras y exenciones fiscales a cambio de promover actividades culturales y de desarrollo local.
  • Música Urbana como Patrimonio Cultural y Motor Social: El Dembow y la música urbana deben ser reconocidos legalmente como una manifestación del patrimonio cultural y artístico de la nación. Este reconocimiento abriría las puertas a la creación de fondos públicos para apoyar a artistas emergentes, la construcción de estudios de grabación comunitarios y la organización de festivales. Al mismo tiempo, se podría establecer un marco legal que, con el apoyo de la CNEPR para la regulación del contenido, fomente la creación de obras con mensajes positivos y de empoderamiento social, canalizando su influencia hacia el civismo y el progreso.
  • La construcción de centros de entretenimiento: El Estado debe comprometerse a construir un centro de entretenimiento por una X cantidad de habitantes en todos los nuevos proyectos habitacionales, tanto del sector público como privado. Esto no solo creará espacios de sano esparcimiento, sino que también impulsará la economía local y la cohesión social.
    Conclusión

La lección de Lucas 19:40 nos enseña que la verdad y la necesidad humana siempre encontrarán una vía de manifestación. El Dembow y los colmadones no son problemas a erradicar, sino oportunidades invaluables para ser abrazadas y formalizadas. Al integrar legalmente estas expresiones culturales, el gobierno no solo resuelve una problemática social, sino que también construye un futuro más equitativo, cohesionado y orgulloso de su propia identidad.


Por: Armando Olivero.

Analista Legal especialista en derecho de autor

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