Vivimos en un mundo que se mueve más rápido de lo que la mayoría puede asimilar. La inteligencia artificial crea realidades nuevas o distorsionadas, mientras las redes sociales amplifican conductas exageradas y vacías. La geopolítica cambia por horas y nos hace sentir que el control de nuestras vidas se decide lejos de nosotros. Todo exige inmediatez y todo compite por atención.
Aun así, la vida continúa y nos devuelve siempre a las mismas premisas. El ser humano sigue siendo el protagonista de su propia historia, aunque a veces lo olvide. Los valores y principios no han perdido vigencia, solo han sido desplazados por el ruido. En medio de la velocidad, volver a ellos se convierte en un acto consciente.
El cierre de 2025 nos encuentra cansados, pero también más lúcidos. Hemos aprendido que no todo lo nuevo es mejor ni todo lo antiguo debe descartarse. Detenerse, pensar y sentir sin prisa se ha vuelto casi un gesto de resistencia. Quizás por eso resurgen con fuerza ideas como comunidad, propósito y responsabilidad.
El inicio de 2026 abre una oportunidad silenciosa pero profunda. Colocar nuevamente al ser humano en el centro del desarrollo, la política y la tecnología es una decisión urgente. No siempre avanzar significa correr más rápido, sino elegir bien la dirección. A veces, avanzar es recordar quiénes somos y hacia dónde queremos ir.
Por Giancarlo Vega P.
Regidor del Distrito Nacional