Las intervenciones de los mandatarios en los asuntos inherentes a las relaciones binacionales obligan a actuar de manera cautelosa y guiados por lo que ordena el llamado Arte de la Prudencia.
Sin importar la naturaleza que motiva el problema a ser abordado, la realidad conduce a no olvidar la validez del manilo mandato popular que reza: “vísteme despacio que tengo prisa”.
Siendo así, da la impresión, sin obviar siempre la distancia del tiempo, su nivel de instrucción y su peculiar manera de comportarse, que el General Ulises Heureaux, evidenciaba en sus cotidianas determinaciones gubernamentales una original y extraordinaria habilidad para asumir algunas determinaciones de gobernanza, dignas de ser recordadas y en ocasiones, emuladas, en ánimo de evitar ruidosos resultados.
Como una especie de invitación a no olvidar parte del ayer, al tiempo que emular lo positivo, procedemos a reproducir, como testimonio de lo anteriormente resaltado, un reducido, sustancioso y llamativo fragmento de la obra titulada Del Ostracismo, Cosas de Lilís y Otras Cosas, recientemente reeditada por el Archivo General de la Nación, en donde el periodista, educador y político Víctor M. De Castro, describe una estampa donde el mandatario conocido popularmente como Lilís, proyecta una maestría sorprendente al momento de evitar conflictos sociopolíticos, nacionales e internacionales.
Recuerda el mencionado y aguerrido comunicador capitaleño, quien ”…la mayor parte de su vida transcurrió navegando en la política y los restantes en el destierro, en el monte y en la cárcel”, el siguiente y curioso relato:
“Simpatizada Lilís, incuestionablemente, con la causa de Cuba, cuando la heroica tierra de los Agramontes y Maceos forcejeaba por alcanzar su independencia y libre albedrio.
Presidente de la República como era, por aquel entonces, se veía cohibido de hacer ni permitir manifestaciones o actuaciones públicas a favor de la emancipación cubana.
Y como para cohonestar las inclinaciones de su temperamento y de su raza, con su posición oficial, como jefe de un Estado neutral, produjo la frase aquella de “Cuba es mi novia, pero España es mi esposa”.
Acercóse a él, no obstante, un grupo de hombres distinguidos, fervorosos del santo ideal de patria libre, y bajo la mayor reserva solicitó de Lilís una ayuda eficaz para la noble causa de Cuba, que languidece y está a punto de fracasar por falta de recursos.
– Cuenten con quinientos fusiles, cincuenta mil tiros y dos mil pesos -respondióles Lilís.
Satisfechísimos se despidieron los gallardos legionarios, y ya bajaban las escaleras, cuando escucharon la voz de Lilís que los llamaba:
– Háganme el favor de volver acá y oíganme: que el presidente de la República no sepa nada de la oferta que acaba de hacerles Ulises Heureaux, porque se lo tomará a mal si lo sabe.!”
Definitivamente, el General Heureaux, probablemente, sin ser un ducho en materia de asuntos diplomáticos, proyectaba notaciones de un gobernante precavido en adoptar, sin olvidar las repercusiones, determinadas decisiones ante asuntos de relaciones internacionales, entre otros.
Mostró tener la destreza y la sagacidad frente a las adversidades que generalmente emergen de las controversias diplomáticas, aptitudes que, entre otras, hubiesen sido interesantes tener en consideración el país del presente, previo a asumirse la cuestionable decisión gubernamental de permitir que fuerzas militares extranjeras utilicen espacios en dos aeropuertos dominicanos para intervenir en un conflicto político y económico con un hermano país suramericano.
Tal apreciación luce válida al margen de que el General Ulises Heureaux sea considerado como un ente político con una instrucción académica no esmerada, a pesar de que dominaba bastante bien el inglés, el francés y el español, algo que alcanzó “en el rudo batallar del destierro y en el roce constante con personas ilustradas”.
No obstante, esa realidad, también es de justicia tener en consideración que, por algunas razones de connotación especial, el Congreso Nacional, en 1893, confirió a Lilís el sonoro título de Pacificador de la Patria.
Vale recordar que contrario al parecer de algunos de sus adversarios, lo cierto es que, el indomable Ulises Heureaux, inteligente, predominante, acucioso oportuno, discreto, esmerado, cruel y espléndido, además de valiente en toda la extensión de la palabra y de un tacto exquisito y nada común, como muy bien subraya el versátil escritor Víctor M. De Castro, en la publicación en referencia, es un paradigma digno de la emulación, guardando las peculiaridades de los tiempos, sus hechos y protagonistas, en el abordaje y la formulación de propuestas de alternativas de solución de diversos conflictos sociales y políticos del presente y el porvenir.
Finalmente, recordemos que la historia no lejana y algunas de las actuaciones del férreo gobernante puertoplateño, cercano al fiero General Gregorio Luperón, fuera de sobredimensionar a una figura connotada en importantes combates por la libertad y la independencia del pueblo dominicano, con extraordinario dominio en eso de “saber nadar y guardar la ropa”, logró dejar como ejemplo, para la postrimería, genuinos legados testimoniales de un valor y trascendencia que no debemos mantenerlos introducidos en el saco del olvido.
Por Juan Cruz Triffolio
Sociólogo – Comunicador Dominicano
triffolio@gmail.com
