¡Tuvo que llegar el PLD al poder para reivindicar al sufrido y vilipendiado peatón y peatona dominicanos! Yo como capitaleño de toda la vida, nacido en la calle Padre García de la barriada de San Carlos, y criado en la barriada de San Juan Bosco reconozco los grandes avances en materia de transporte público, y puedo hablar con autoridad de lo mucho que ha cambiado, pues he tenido que padecer del infame medio de movilidad que existió aquí antes de la llegada del PLD al gobierno.
Después de la Guerra de Abril la ciudad de Santo Domingo era recorrida por las rutas de autobuses A y B. Cada una de esas rutas de servicio de transporte cubría prácticamente la mitad del entorno urbano por apenas 10 centavos de esa época (que eran 10 centavos de dólar). Ya a mediados de la década de los setenta se desataron las siglas de sindicalistas que con el dinero del Estado Dominicano recibían guaguas que eran usufructuadas a título privado, pero el dinero salía de las arcas gubernamentales.
Una retahíla de acrónimos y siglas (Anchode ruta 8, Siuchodisna, Unachosin, etc.) deambulaban para arriba y para abajo, presagiando el umbral de lo que unos años más tarde sería una crisis sobre ruedas, que comenzó a ver su final con las grandes obras de transporte construidas luego del ascenso del PLD al gobierno.
Tanto la ruta A como la B tenían guaguas de dos niveles, lo que hacía que los pasajeros que ocupaban el “segundo piso”, se mantuvieran atentos a que en cualquier instante le apareciera un árbol de Flamboyán y los golpeara. Los asientos de la A y la B eran de maderas y no existían paradas, por lo que el vehículo se detenía en cualquier lugar, haciendo el peregrinaje interminable.
Llegado los primeros años de los setenta se inauguró el servicio de la Ruta 5, regentado por la compañía Autobuses Metro, que indiscutiblemente fue el primer intento serio del sector privado de organizar un transporte público con un nivel de calidad. Claro está, la ruta 5 era la primera en elevar los precios del pasaje, todo eso a pesar de que ese medio era utilizado por estudiantes, obreros, amas de casa, los cuales no contaban con los 20 centavos (pero 20 centavos de esa época) que cobraba por el eficiente servicio.
En 1978 llegó el gobierno del presidente Antonio Guzmán y el PRD al poder y se instauró el servicio de la Oficina Nacional de Transporte Terrestre ONATRATE, la cual representó el primer intento loable público de reivindicación al menospreciado y atropellado pasajero y pasajera. Los autobuses y minibuses de ONATRATE circulaban por toda el área urbana capitaleña, urbe que para ese período recibía una ola de miles de inmigrantes que huían de las zonas rurales, incrementando la población de los diferentes barrios capitalinos.
El retorno del doctor Joaquín Balaguer al poder en 1986 representó el final de ONATRATE, la cual se rumora que se hizo por simple revanchismo politiquero de la administración reformista. La crisis del transporte público en los diez años de Balaguer llegó a tal extremo que la administración balaguerista emitió un decreto en un determinado momento para que los vehículos estatales transportaran personas debido a la imposibilidad del mal llamado transporte público de cumplir con su rol de movilizar a la gente a sus lugares de trabajo, estudio, hogares, etc.
Asimismo, la administración reformista auspició la llamada Cooperativa El Sol, que popularizó las llamadas “banderitas”, que no eran más que un camión con una adaptación para transporta gente de manera incomodísima. Las banderitas y la cooperativa desaparecieron sin que nadie rindiera cuenta de lo sucedido con esa institución del Estado.
Con la llegada del PLD al palacio de la calle Moisés García se inició el final del viacrusis peatonal padecido por hombres, mujeres, niños y niñas en este país. Ha quedado en el olvido la insolencia, los abusos, la afrenta que ha representado el pésimamente llamado Transporte Público, y con él las odiosas y frases de: “Con los chelitos en la mano; Péguense como anoche; Pase al palo de la cotorra, etc.”.
Con las líneas del Metro, y el Teleférico de Santo Domingo las personas más humildes se ahorrarán una muy buena parte de sus ingresos, y disfrutarán de un transporte de calidad, lo que repercutirá en un mejoramiento en sus niveles de vida. Cuando sea finalizado el Teleférico de Santo Domingo la ciudadanía de las barriadas tanto de Santo Domingo Norte como Santo Domingo verán sus vidas humanizarse con el nuevo transporte público construido por el gobierno. Atrás quedarán los días de las torturas que someten a la gente el peligroso motoconcho, las voladoras, carros de concho, etc., que tanta sangre sudor y lágrimas han ocasionado al país.
El teleférico representará un gran paso de avance para la gente que se moviliza en transporte público. Es por eso que la población debe apoyarlo sin reservas, y evitar en todo momento campañas perversas, como a la que fue sometida la primera línea del Metro por individuos con propósitos malignos, que nunca han apeado sus sucios traseros de lujosas yipetas.
Por Elvis Valoy




