Pasar de la protesta a la propuesta no es claudicar, sino una señal de madurez y transformación social. Este cambio implica evolucionar de la simple denuncia de injusticias a la creación de soluciones concretas y viables, reflejando un compromiso profundo con la construcción de una sociedad más justa y equitativa. Filósofos como Max Weber y Paulo Freire han destacado la importancia de este proceso para la efectividad de los movimientos sociales y la consolidación de una democracia participativa y deliberativa. Weber enfatiza que la protesta debe ir acompañada de una acción racional y ética, mientras que Freire subraya la necesidad de una conciencia crítica y una educación liberadora para transformar la queja en propuestas constructivas.
En este sentido, la transición de la protesta a la propuesta es una evolución necesaria para lograr cambios sostenibles y significativos. Jürgen Habermas también resalta la importancia del diálogo y el consenso en este proceso, argumentando que la comunicación racional permite la creación de propuestas inclusivas y legítimas. Así, pasar de la indignación a la acción constructiva no solo fortalece la efectividad de los movimientos sociales, sino que también promueve la madurez democrática y la capacidad de los ciudadanos para involucrarse activamente en la construcción de su propio futuro.
En la República Dominicana, como en muchos otros lugares, los movimientos sociales y políticos han recorrido un largo camino desde las tumultuosas protestas en las calles hasta convertirse en actores clave dentro de las instituciones que alguna vez desafiaron. Este tránsito de madurez y evolución refleja la capacidad de adaptación y crecimiento de l activistas que, con el tiempo, han aprendido a transformar la energía de la protesta en propuestas concretas y constructivas.
Durante las primeras etapas, la protesta y la anarquía eran las principales herramientas de quienes buscábamos un cambio radical. Las manifestaciones en las calles eran el fuego que alimentaba nuestras almas, el grito desesperado de aquellos que anhelaban justicia y equidad en un sistema que consideraban opresivo. La anarquía, en este contexto, no era simplemente desorden, sino una forma de cuestionar y desafiar las estructuras injustas, una voz que exigía ser escuchada.
Con el tiempo, muchos de estos movimientos y sus dirigentes comenzaron a entender que para lograr un cambio duradero, la fuerza de la protesta debía ser canalizada hacia la creación de propuestas viables. Este proceso de maduración implico un profundo entendimiento de los problemas y la formulación de soluciones tangibles. Fue un momento de iluminación para muchos, cuando se dieron cuenta de que la institucionalidad no era el enemigo, sino una herramienta que podía ser moldeada y utilizada para beneficiar a la sociedad.
La integración en el sistema fue el siguiente paso lógico en esta transición. Aquellos que alguna vez fueron vistos como rebeldes y radicales comenzamos a jugar un papel crucial dentro de las instituciones establecidas. Esta transición no fue fácil y a menudo implicó compromisos y concesiones. Sin embargo, cada pequeña victoria, cada avance en las propuestas, reafirmaba que este nuevo camino valía la pena recorrer.
Figuras que alguna vez fueron pilares de la resistencia y la protesta, hoy trabajamos desde dentro del sistema para crear cambios duraderos. Esta trayectoria es un testimonio de cómo el compromiso y la visión pueden transformar la anarquía en institucionalidad y las protestas en propuestas constructivas. No hemos claudicado, sino que hemos transformado nuestras luchas y nos hemos ajustado al sistema, Seguimos siendo los mismos, pero las circunstancias han cambiado.
La madurez de esta transición también se manifiesta en la asunción de nuevas responsabilidades. Equilibrando los ideales con las realidades pragmáticas de la gobernanza. Este equilibrio es esencial para mantener su relevancia y seguir siendo una fuerza de cambio positivo en la sociedad.
Hoy, la evolución de estos movimientos y sus militantes es un reflejo de nuestra capacidad para adaptarnos, aprender y transformar. De ser rebeldes marginales, se han convertido en arquitectos de un sistema que ahora refleja, aunque sea parcialmente, sus aspiraciones de justicia y equidad.
Pasar de la protesta a la propuesta, de la anarquía a la institucionalidad, y de la izquierda a convertirse en un componente orgánico del sistema, es un testimonio de la resiliencia y la adaptabilidad. Es una prueba de que, con determinación y visión, es posible construir un futuro más justo y equitativo desdé dentro de las propias estructuras que alguna vez intentamos derribar.
Esta capacidad de adaptación no solo ha permitido que estos antiguos rebeldes se integren en el sistema, sino que también ha demostrado que es posible influir y modificar las estructuras desde dentro. El éxito de estos líderes al incorporar sus ideales en las políticas públicas y en la administración cotidiana es un testimonio de su determinación y su habilidad para navegar las complejidades del poder institucional. Este proceso no ha estado exento de desafíos, pero cada obstáculo superado ha fortalecido la convicción de que el cambio real y duradero puede lograrse a través de la perseverancia y el trabajo dentro del sistema.
La transición de la protesta a la propuesta ha requerido un delicado equilibrio entre la fidelidad a los principios originales y la necesidad de adaptación a las nuevas realidades. Este paso ha sido una lección continua de resiliencia y pragmatismo, demostrando que la transformación social es un proceso dinámico y multifacético. La evolución de estos movimientos y sus líderes refleja no solo su capacidad para adaptarse, sino también su compromiso inquebrantable con la justicia y la equidad, principios que ahora buscan infundir en el tejido mismo de las instituciones que alguna vez desafiamos.
El autor es abogado, magister en Seguridad y Defensa Nacional, especialista en Derechos Humanos y Derecho Internacional humanitario, doctorando en derecho Administrativo iberoamericano, coordinador del Observatorio de Seguridad y Defensa-RD.
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Por: Juan Manuel Morel Pérez.
