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29 de diciembre 2025
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OpiniónAndrés RojasAndrés Rojas

De la intención a la ejecución: por qué las metas de fin de año suelen fallar

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Cada cierre de año trae consigo un ritual casi universal: listas de metas, propósitos renovados y promesas personales de cambio. Mejor salud, más ingresos, crecimiento profesional, mejor calidad de vida. Sin embargo, con la misma regularidad con la que se formulan, estas metas suelen quedar inconclusas, olvidadas o postergadas hasta el siguiente diciembre (me ha pasado). El problema no es la falta de deseos ni de motivación inicial. El problema es más profundo y estructural, y puede explicarse perfectamente a la luz de una reflexión del padre de la administración moderna, Peter Drucker: 

La administración estratégica no es pensar en las decisiones futuras, sino en el futuro de las decisiones presentes.” Esta frase, aplicada a las metas de fin de año, explica por qué la mayoría fracasa antes incluso de comenzar. 

  1. El error común: confundir metas con deseos

En estas fechas, muchas personas formulan metas que en realidad son aspiraciones, no decisiones estratégicas. Decir: Quiero bajar de peso, ganar más dinero, crecer profesionalmente o tener más tiempo libre, no es pensar estratégicamente. Es expresar un deseo. La estrategia comienza cuando la pregunta cambia de qué quiero a: ¿Qué decisiones debo tomar hoy para que ese resultado sea inevitable en el futuro? Sin decisiones concretas, las metas no pasan de ser buenas intenciones.

  1. El futuro no se alcanza en enero, se construye en diciembre

Uno de los grandes errores de las metas de fin de año es que se proyectan hacia adelante sin revisar las decisiones actuales. Se espera que el cambio ocurra mágicamente el 1.º de enero, sin modificar: hábitos, prioridades, uso del tiempo, relaciones y estructura financiera o profesional. Drucker nos recuerda que el futuro de una meta depende de lo que decidimos ahora, no de lo que planeamos hacer después. 

Si una persona quiere mejorar su salud, pero hoy decide: no dormir mejor, no cambiar su alimentación o no organizar su agenda, el resultado futuro ya está definido, aunque la meta esté escrita en una libreta nueva.

  1. Metas sin decisiones son autoengaño

Muchas metas fracasan porque no están acompañadas de decisiones incómodas. La verdadera administración estratégica de la vida personal exige renuncias claras:

  • No se puede querer más ingresos sin decidir formarse, asumir riesgos o cambiar de rol.
  • No se puede querer mejor calidad de vida sin decidir poner límites al trabajo.
  • No se puede querer crecimiento profesional sin decidir salir de la zona de confort.

Las metas que no incluyen decisiones difíciles están destinadas al abandono.

  1. La incoherencia entre lo que se quiere y lo que se decide

Aquí aparece uno de los conflictos más frecuentes de fin de año: las metas apuntan a un futuro, pero las decisiones siguen ancladas al pasado.

Ejemplos comunes:

  • Se quiere ahorrar, pero se decide seguir gastando igual.
  • Se quiere emprender, pero se decide mantener todas las seguridades.
  • Se quiere cambiar de vida, pero se decide no incomodar a nadie.

Desde la lógica de Drucker, esto no es falta de disciplina; es falta de estrategia.

  1. Pensar estratégicamente las metas personales

Aplicar administración estratégica a las metas de fin de año implica un cambio radical de enfoque. No se trata de preguntarse:

¿Qué quiero lograr el próximo año?

sino: ¿Qué decisiones debo tomar hoy para que sea posible lograrlo?

Esto implica: convertir metas en sistemas, deseos en hábitos e intenciones en compromisos visibles.

  1. El verdadero enemigo de las metas: el corto plazo

Muchas personas sacrifican metas importantes por recompensas inmediatas:

  • Comodidad,
  • Aprobación social,
  • Evitar conflictos,
  • Evitar el esfuerzo inicial.

Pero la estrategia, tanto en empresas como en la vida personal, exige sacrificar beneficios de corto plazo para construir resultados sostenibles. Las metas de fin de año fracasan porque compiten contra decisiones cotidianas que parecen pequeñas, pero que tienen un impacto acumulativo enorme.

  1. Dejar de planificar el futuro y empezar a decidirlo

La reflexión de Drucker es incómoda porque elimina excusas. Si una meta no se alcanza, no fue porque el año fue difícil, sino porque las decisiones presentes no fueron coherentes con el futuro deseado. Las metas de fin de año no fracasan en diciembre del año siguiente, fracasan en el momento en que se formulan sin decisiones claras que las respalden. Pensar estratégicamente la vida personal implica entender que: el futuro no se planifica en una lista de propósitos, se construye con decisiones diarias. 

Y como diría Drucker, el verdadero reto no es imaginar el próximo año, sino asumir hoy el futuro que tendrán nuestras decisiones presentes.


El autor es catedrático y consultor empresarial. 

Por: Andrés Rojas, MBA

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