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26 de diciembre 2025
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OpiniónPablo ValdezPablo Valdez

De Abraham hasta Gaza, una familia dividida

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• Porque la universidad es otra cosa

Resumen académico:

El presente artículo reflexiona sobre el trasfondo histórico, ético y geopolítico del conflicto entre Israel y Hamás, situando la problemática actual en una perspectiva de larga duración que remite al origen común de ambas tradiciones en la figura de Abraham. Se propone una mirada crítica sobre los factores externos que perpetúan la confrontación, al tiempo que se plantea la necesidad de una paz fundada en el reconocimiento mutuo y el diálogo intercultural, más allá de los intereses económicos o ideológicos.

La historia de los pueblos suele escribirse con los rastros de la memoria y las huellas del conflicto. En el caso del Medio Oriente, la herencia de Abraham —considerado patriarca tanto por judíos como por árabes— simboliza el origen de una familia espiritual que, paradójicamente, ha vivido separada por siglos de incomprensiones, disputas territoriales y ambiciones políticas. Lo que comenzó como una historia de fe, se transformó con el tiempo en una cadena de fracturas que han marcado el destino de generaciones.

Hoy, el mundo observa con cautela la posibilidad de un acuerdo de paz entre Israel y Hamás. Sin embargo, más allá del interés mediático, subyace una verdad incómoda: los conflictos no solo se sostienen por las diferencias ideológicas o religiosas, sino también por los intereses económicos y geopolíticos que las potencias externas alimentan. Como advirtió Ortega y Gasset, “la historia humana es un sistema de problemas vivos”; y en el caso de Gaza, esos problemas se nutren tanto de heridas pasadas como de cálculos presentes.

La pregunta que debemos hacernos como observadores académicos no es solo si la paz es posible, sino qué tipo de paz es deseable. Una paz impuesta desde fuera, sin reconocimiento de la dignidad del otro, está condenada a ser efímera. Las paces duraderas, como señala Habermas, requieren del “entendimiento comunicativo”, es decir, del diálogo que busca comprender al otro antes que dominarlo.

Entre Abraham y Gaza se extiende, pues, no solo un territorio, sino una historia humana de división y esperanza. El reto no está únicamente en firmar acuerdos, sino en reconciliar la memoria. Tal vez la verdadera paz no comience en las cancillerías, sino en el corazón de quienes, aun heridos, son capaces de reconocer que pertenecen a una misma familia originaria.

Epílogo:

La paz es más que la ausencia de guerra; es la conciencia compartida de que la historia no puede seguir escribiéndose con sangre. Mientras existan corazones dispuestos a mirar al otro sin odio, aún habrá esperanza de que, algún día, los descendientes de Abraham encuentren en la justicia y la comprensión su verdadera tierra prometida.


Por Pablo Valdez

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