Hemos dejado que el país se envuelva en una cultura de violencia que no parece encontrar límites. Y eso está asociado al orden y a la falta de controles sobre los que se deciden a delinquir. Tenemos, además, una sociedad armada como si estuviera en actitud permanente de guerra. Llegamos hace mucho al punto de que si no estamos armados no nos sentimos seguros, al menos síquicamente.
Nos comportamos de manera violenta en casi todos los planos. La sociedad dominicana parece haber perdido las buenas maneras de comportamiento. No cuidamos nada, no respetamos nada y nos creemos como chivos sin ley. Esa cultura de impunidad colectivizada nos tiene atrapados en un ambiente desbordado en todos los órdenes.
En accidentes de tránsito perdemos cada año unas 3 mil personas, dejando dolor tras sus pasos. La mayoría de ellas por imprudencias de los conductores que se resisten al cumplimiento de las normas.
Las muertes de personas útiles nos parece una cosa normal, pues caen cada día tan fácilmente. Así mueren el periodista Blas Olivo, alevosamente asesinado, como el agente de la Policía Nacional en Salcedo, Anderson Guzmán.




