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25 de diciembre 2025
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OpiniónFélix CorreaFélix Correa

Cuídate bien de la yerba mansa que de la brava me cuido yo

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En nuestras calles aprendimos a cuidarnos de la yerba brava. Del delincuente visible que acecha en una esquina, del que roba vehículos, retrovisores o gomas de repuesto; del que irrumpe en casas y negocios armado con pistolas o navajas para amedrentar, herir o matar a quien se resista. A ese lo identificamos rápido, sabemos por dónde anda y cómo protegernos. La experiencia nos ha enseñado a andar alerta, a cerrar bien las puertas y a no bajar la guardia.

Pero hay otra amenaza, más silenciosa y peligrosa, de la que no siempre nos cuidamos: la yerba mansa. Esa que se presenta con discursos suaves, sonrisas estudiadas y promesas de cambio. Personas que elegimos con la esperanza de construir un mejor país, de fortalecer las instituciones y de administrar con honestidad los recursos públicos. Sin embargo, detrás de esa apariencia mansa se esconde, muchas veces, una bravura que no asalta en la calle, pero que despoja a todo un pueblo.

La corrupción no apunta con un arma en la mano, pero hiere más profundo. No rompe una cerradura, pero vacía hospitales, debilita escuelas y condena comunidades enteras a la miseria. Roba oportunidades, roba futuro y roba dignidad. Mientras el ladrón común se lleva lo que encuentra a su paso, el corrupto se lleva lo que pertenece a todos: el dinero público, la confianza ciudadana y la esperanza colectiva.

Entonces surge la pregunta inevitable: ¿cuándo tendremos un gobierno capaz de detectar desde el primer intento un fraude, un desvío de fondos de las instituciones públicas, una complicidad con el sector privado o un contrato grado a grado violando la Ley de Compras y Contrataciones? ¿Por qué siempre se actúa cuando el daño ya es multimillonario y el país ha pagado un precio demasiado alto?

Al parecer no lo merecemos, o tal vez no lo exigimos con la firmeza necesaria. ¿Cuáles herramientas se necesitan para saber cuándo se cobra o se gasta el primer millón, sin tener que esperar que se multiplique por varios millones más? ¿Será que quienes tienen en sus manos la vigilancia financiera del país se hacen de la vista gorda para que los bolsillos de los pillos mansos sigan engordando?

Qué falta nos hacen los próceres de nuestra República. Da la impresión de que no vendrá un gobierno con la dignidad, el desprendimiento y el sentido de nación que ellos encarnaron. Hoy, las monedas mal habidas parecen haber superado los valores éticos a los que muchos juran fidelidad; y una vez alcanzan su dichoso puesto, olvidan no solo el juramento, sino también a todos los dominicanos que esperan por un mejor país.

Debemos cambiar. Es hora de un verdadero cambio y no de más de lo mismo. Apelo a que alguien se atreva a hacerlo diferente, para no vivir con el estrés permanente de tener que cuidarnos de las dos yerbas: la brava que vemos venir y la mansa que, desde el poder, termina siendo la más peligrosa.


Por Felix Correa

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