Los árboles desempeñan un papel fundamental en la naturaleza. Son altamente beneficiosos para el hombre y demás seres vivos: purifican el aire, desarrollan funciones decisivas para que la atmósfera sea respirable, retiran de la atmósfera los componentes y gases contaminantes como el óxido de nitrógeno, el amoníaco, el dióxido de azufre, entre otros causantes de múltiples contaminantes.
Existen muchas razones para valorar y cuidar los árboles; haciéndolo, garantizamos no solo una mejor calidad de vida, sino la vida misma.
La Organización Mundial de la Salud recomienda que las ciudades tengan al menos nueve metros cuadrados de zonas verdes por habitantes y un árbol por cada tres personas. Los árboles producen oxígeno. Para suplir el requerimiento de oxígeno de una persona, se necesitan 22 árboles.
Los árboles mejoran la calidad del aire; mitigando el efecto invernadero y sus nefastas consecuencias biodiversidad. Un árbol puede absorber hasta 150 Kgs de bióxido de carbono al año.
A pesar de que los árboles en República Dominicana están protegidos por leyes que reglamentan, ordenan y disponen lo relativo a su protección, conservación y buen manejo de estos; la débil institucionalidad y la inobservancia del deber por parte de las autoridades, estos bienes patrimoniales no son protegidos debidamente; lo que se constituye en causa de deterioro y desaparición.
La flora de la isla de Santo Domingo está compuesta por alrededor de cinco mil plantas, de las cuales 2,050 son endémicas, de las que unas 1,388 especies de plantas presentan algún grado de amenaza.
Cabe destacar que, de las 28 especies de palmas existentes en República Dominicana, unas nativas otras endémicas hay 26 amenazadas con desaparecer; entre las que están la Palma Cana (Sabal domingensis, Cacheos Pseudophoenix), esta última muy explotada por la savia dulce que se fermenta.
La Palma Real (Roystonea Hispaniolana), endémica de nuestra isla, dentro de su singularidad también se destaca que sirve de albergue y alimenta a nuestra Ave Nacional, la Cigua Palmera (Dulus Dominicus). La destrucción de los hábitats y su explotación no sostenible están poniendo en peligro estas especies.
Cabe destacar que desaprensivos cortan los árboles para extraerle el palmito; que se vende libremente a pesar de estar penado por la ley. Preocupante que tal cuerpo de delito sea exhibido y comercializado en avenidas concurridas de nuestras ciudades, a plena luz del día, sin que las autoridades cumplan con el deber de perseguir a los infractores.
La Palma, junto al Laurel (Ficus microcarpa), además de su valor ecológico intrínseco, deben ser vistos más allá de su condición de árboles, ya que ocupan un lugar simbólicamente relevante, merecedores de una ley especial en la que debe destacarse su condición de Monumentos naturales y Patrimonio Histórico Cultural, otorgándoles la protección debida y ordene la distinción que merecen por ser parte integrante del Escudo Nacional.
Razones de peso nos llevan a inclinarnos a proteger nuestros árboles.
Los ciudadanos tenemos deber cívico de constituirnos en amigos y defensores de los árboles, estableciendo una relación armoniosa y provechosa con los mismos, velando para que las autoridades; son los responsables del cuidado y manejo de nuestros árboles y bosques; desempeñen a cabalidad la función de ser celosos guardianes de este bien patrimonial que tanto incide en nuestra salud y bienestar.
Por Carlos Checo Estrella
