En toda organización surgen profesionales motivados por crecer, ganar visibilidad y avanzar hacia roles estratégicos. Ese impulso es valioso: refleja aspiración, energía y deseo genuino de aportar más, sin embargo, a medida que ese interés evoluciona, también surge una pregunta que define la solidez de cualquier ascenso: ¿está el “deseo” de crecer alineado con la preparación que se necesita para sostener el rol?
Cuando la búsqueda del puesto se centra más en el símbolo que representa que en la responsabilidad que implica, se crea un desbalance, pues el título del rol avanza pero las capacidades aún están en construcción, y en ese punto el cargo empieza a funcionar como un espejo: expone lo que ya está fortalecido y, de manera temprana, revela las áreas que aún requieren desarrollo.
A partir de aquí inicio un debate: un ascenso, ¿siempre es bien fundamentado? Cuando un profesional llega preparado, el efecto positivo se extiende en todas las direcciones, los procesos fluyen con claridad, los equipos encuentran guía y propósito, la cultura gana estabilidad y la organización avanza con un ritmo coherente. Esa armonía se hace posible cuando las capacidades técnicas, la madurez emocional y la intención real de ejercer el rol se encuentran en el mismo punto, y…¿qué pasa cuando el profesional no llega al puesto con la preparación debida?
Hago la pregunta porque una posición sostenida por logros tangibles eleva la marca profesional pues proyecta claridad, dominio, equilibrio y un estilo de liderazgo que inspira seguridad donde cada decisión – con criterio-, refuerza la percepción de que la persona está exactamente dónde debe estar, ya que todo eso se alinea y el crecimiento es sostenible en el tiempo; ascender deja de ser un movimiento vertical y se convierte en un acto de responsabilidad, e implica hacerse preguntas como:
“¿Estoy listo para contribuir a un nivel más estratégico?” “¿Puedo influir, inspirar y decidir con impacto?”
Los profesionales que crecen con solidez alimentan su ambición con aprendizaje continuo, humildad estratégica, amplían su criterio, expanden su conocimiento y se preparan desde antes para lo que el rol exigirá después.
– Quien transita este proceso avanza con un propósito claro, sabe que un cargo amplía la mirada, exige gestionar emociones y demanda comprensión de cómo nuestras decisiones afectan a otros.
Hoy, donde los títulos suelen recibir más atención que las capacidades, conviene hacer un alto y recordar que el puesto abre la puerta, pero es la evolución profesional la que crea el espacio para quedarte. Cuando eliges crecer desde la coherencia y el propósito, tu trayectoria se transforma en una marca confiable en base a resultados y liderazgo.
Recuerda, más allá del rótulo en la puerta, lo que realmente distingue tu camino es la fuerza con la que ejerces tu rol y la integridad con la que construyes tu historia profesional.
Por Belma Polonia González
Profesional en Gestión Humana, enfocada en el desarrollo del talento, la cultura
organizacional y el bienestar laboral. Se caracteriza por crear experiencias que conecten a las personas con su propósito profesional y humano.
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