Dentro de todos nuestros problemas, como sociedad, existe una profunda crisis ética y de confianza. La población, en consecuencia, desconfía de casi todo. Eso incluye a figuras públicas e instituciones.
Atendiendo a las evaluaciones realizadas por las últimas encuestas, solo el presidente Danilo Medina Sánchez se salva del desprecio de la mayoría de los consultados. Y en un escenario tan diverso como el nuestro es una muy mala señal. Queda la impresión de que el país opera como una especie de componendas en que no es posible lograr sancionar las malas acciones.
Es posible que en esa impresión descanse la incredulidad en las decisiones judiciales que se emiten en el país. Pocos confían en las argumentaciones de nuestros jueces y tribunales para sustentar sus veredictos. Y es así en el ámbito de la política y funcionarios públicos, como en los casos escandalosos en que la sociedad espera sanciones severas y aleccionadoras. La verdad es que, por el contrario, las decepciones son sucesivas y una tras otras.
Y una sociedad ausente de ética y desconfiada no puede ir bien. Estos dos aspectos pueden ser incluidos como temas esenciales que tenemos que solucionar, si queremos ir firmes hacia el progreso.
