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26 de abril 2024
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OpiniónManuel Hernández VilletaManuel Hernández Villeta

Corrupción y Miseria

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En países del tercer mundo, como la República Dominicana, la lucha contra la corrupción es una acción política. El estamento judicial carece de la total independencia, porque su accionar depende del litoral partidista.

Llevar la lucha contra la corrupción exclusivamente en el plano judicial, es un error. El primer paso tiene que ser en la disposición política. Ninguna lucha contra la corrupción ha dado resultado en la República Dominicana. La impunidad, la inmunidad siempre ha mandado en este país. Para derrotar la corrupción, hay que caminar por la senda política.

No puede dase la cristalización de una lucha contra la corrupción mientras no se involucre a la mayor parte del pueblo en ese mensaje. Por consiguiente, la simple investigación judicial no tendrá más fuerzas que el partidismo. Por consiguiente, se corre el riesgo de que todo quede igual.

Para que haya una posición política contra la corrupción, se necesita capacidad de movilización. Esa acción en las calles puede beneficiar a cualquier sector que tenga masas. Ahora mismo ningún sector de la vida pública nacional tiene gente suficiente para tomar las calles.

Con el reflujo que da el paso ya lejano de las elecciones nacionales, el camino está cerrado para que se caliente el ambiente y manifestaciones masivas se tiren al asfalto con el grito anti corrupción. Una cosa es un espectáculo con artistas y sainete de lucha contra la corrupción, y otro un amplio movimiento nacional.

Por desgracia, el gran pueblo es indiferente a la lucha contra la corrupción. No la está sintiendo en su piel. El desarrapado social tiene sus propios problemas, y no le encuentra solución a la vista. Además, todo el liderazgo político nacional ha pasado por los gobiernos de turno, y poco hicieron o han hecho para atajar este fenómeno.

El pueblo llano pasa hambre, carece de suficientes servicios sanitarios, no tiene empleo, hay deserción escolar, es víctima de la violencia que da la miseria, y nadie se ocupa de sus desgracias. El corrupto no es tipificado por esas masas como su enemigo central. Para que haya lucha abierta contra la corrupción tiene que integrar al pueblo de a pie y a su carga de miserias.

Hay que adecentar la vida pública y privada nacional. Todos los corruptos tienen que ir a las cárceles. No se puede permitir ni los abusos ni la prepotencia de poderosos, sean políticos o empresarios. Pero si no se une la lucha contra la corrupción a la lucha por la desigual distribución de las riquezas, al hambre y a la miseria general, el pueblo será indiferente a esa cruzada, que no pasará de un concierto frente al Altar de la Patria. ¡Ay!, se me acabó la tinta.

 

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