Existe un código genético que determina las características del ser humano. El código genético está constituido por un conjunto de reglas que define a todo ser vivo y se traduce en una secuencia de cuatro componentes básicos que se denomina ADN y que se define en la complejidad de los nucleótidos. Como lo hace todo ser vivo -algunos mucho más lentos que otros- la persona humana evoluciona en forma permanente, siempre de acuerdo a este código, y que además lo identifica como irrepetible. Aunque también el hombre se transforma en forma evolutiva a través de la cultura, siendo esta la acumulación de las experiencias vivida por los individuos humanos, el código genético marca sus características esenciales.
La experiencia que acumula el hombre se transforma en conocimiento, como una forma dinámica a través de los procesos en que se desarrolla el día a día y que se acumula en acontecimientos en una especie de validación ensayo-error. Esta experiencia acumulada mejora la forma de vida de los seres humanos, ofreciendo a modo de tecnología perfeccionada, utensilios y nuevas informaciones sobre cómo hacer las cosas con mayor efectividad -casi siempre- para beneficio del colectivo. El código genético en evolución auxiliada por la cultura, va haciendo cambios sustanciales a través de siglos y milenios. Es así, como en el contexto del tiempo y los espacios de la existencia humana, el comportamiento de las personas va causando consecuencias que marcan los episodios históricos, dando forma a la cultura, produciendo conocimiento a través de los descubrimientos, las anécdotas, los relatos y escritos.
El conocimiento se acumula y se traslada geográficamente, ofreciendo mejoras intrínsecas por medio del entendimiento particular para su aplicación, adaptándolo y transformándolo en un perfeccionamiento continuo. Es tal vez por esos factores que el individuo humano ha evolucionado culturalmente con mayor rapidez en lo cultural que en lo genético. Es de esa manera, porque en lo cultural es el hombre quien manipula los cambios de acuerdo a sus intereses, dejando vestigios de esos avances culturales a través de diversos medios de comunicación, desde las cavernas hasta las novelas y poemas épicos. Es de esa forma procesual de manipulación de los medios, que podemos acceder a las informaciones como vestigios. Estos vestigios o evidencias conducen muchas veces a descubrimientos sobre costumbres y comportamientos humanos duales, que nos hacen cuestionar, desde nuestros puntos de vista, algunos comportamientos.
Para qué existe la ética si no para permitirnos poner orden en nuestras decisiones o al menos para poder decidir entre diferentes opciones. Claro, no es tan fácil como se ve. La evolución de los saberes está amparada por los medios utilizados o depende de ellos para hacer llegar las informaciones a terceros a través del tiempo, es ella la que va construyendo cambios profundos en la mentalidad de los individuos, haciendo que algunos valores como el orden, la moral, el deber y la obligación a cumplir las normas establecidas por la comunidad -como disciplina social- no puedan ser compartidos o validados de manera en que ellos lo hicieron en una época determinada. Si lo ponemos en el contexto actual, los jóvenes de esta generación no comparten los mismos valores con nosotros los de mayor edad, porque ya sus valores no son como lo fueron en épocas pasadas cuando nosotros fuimos formados.
Casi siempre, las creencias y las costumbres se van poniendo inestables, lo que causa cambios que alteran los modos de vida, transformando las formas de las personas relacionarse en la familia o en la comunidad. Es en este panorama en donde hoy se ha perdido la compasión, la solidaridad, la empatía y el pensamiento hacia el bien común. Hemos llegando al punto en que sólo importa lo particular, nuestra seguridad y nuestro confort, haciendo que el egoísmo se convierta en sentido común.
Hemos olvidado los deberes. Los deberes son los compromisos, las obligaciones y los mandatos que la sociedad impone a las personas y cuyo cumplimiento reafirma el compromiso ético, legal y moral de la persona en particular para con los demás que le acompañan en el contexto social. Los deberes de unos son los derechos de los otros. Los deberes se complementan teóricamente en el orden jurídico con los derechos, de forma que al cumplir unos con sus obligaciones, benefician a los otros, al respetar sus derechos. La gente común no se da cuenta que al cumplir con los deberes como derechos del colectivo social, está obteniendo a cambio, cierta protección oficial y fortaleciendo el conjunto de libertades que garantiza el orden democrático en que vive.
La historia está llena de datos que evidencian lo que sucede cuando los pueblos pierden el sentido social y comunitario de los deberes.
Hacer que los derechos de unos violen -a través de privilegios particulares- los derechos de los demás, trae como consecuencia segregación, apartheid y supremacía. Es lamentable que a más de doscientos años después de la Revolución francesa vivamos en una sociedad en la que los individuos y grupos reivindican constantemente sus derechos frente a otros, sin reconocer para sí mismos ninguna clase de deberes. Esta situación de crisis en las actitudes y de los comportamientos, son el producto de cambios en la evolución del conocimiento, que producen reemplazos de costumbres, hábitos, creencias y formas de vivir, los que se presentan a través de los medios que posmodernamente muestran la información a los colectivos sociales hoy.
Es importante acotar, que los códigos éticos de esta Era del conocimiento son el producto normal de la actual evolución de la tecnología. Las TIC manejan una comunicación de imágenes a la velocidad del internet, y esa realidad abruma a los usuarios. Esta realidad trae como consecuencia, que actualmente vivamos una verdadera revolución social, la que cambia los códigos éticos de la generación pasada y los muestra en forma visual y a una rapidez nunca vista. Esta imposición imágenes digitalizadas voltea la pirámide de las costumbres, de los hábitos y de las formas de conducta de las generaciones pasadas, causando incertidumbre y desasosiego en los adultos mayores.
Todo lo dicho en el párrafo anterior, no quiere significar, que no se luche por el mantenimiento de la ética y la moral por la que propugnamos como regla de convivencia.
Por Francisco Cruz Pascual
