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26 de diciembre 2025
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OpiniónFrancisco Rafael GuzmánFrancisco Rafael Guzmán

Con la posverdad a donde vamos

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Vale preguntarse hoy día que convierten la mentira en verdad: ¿A dónde es que nos quieren llevarnos?, pues la palabra posverdad parece un neologismo que se asocia con otra usada en sociología para denominar la época actual: posmodernidad. Si bien se ha generalizado el uso de esta última, pero es una palabra tramposa. El término modernidad se ha usado para definir a la época de cambios que se inició en el siglo XVI, pero que al ser de cambios, es decir, de rupturas con las normas de la tradición, siendo estas suplantadas estas por nuevas normas que a su vez serian suplantadas por otras normas nuevas. Es decir que el término posmodernidad es inadecuado y en la sociología en su lugar debiéramos usar el de modernidad liquida, para diferenciar con ese nombre la época actual de la época de hace unas 4 décadas atrás, llamando época de la modernidad sólida la que fue eclipsada con las negociaciones de la deuda externa con el FMI y las medidas que este exigía a los gobiernos. Estas últimas, exigidas sobre todo a gobiernos de países subdesarrollados, trasformaron el mundo y ya no somos lo que éramos cuando los gobiernos de los estados podían poner reglas. Triunfó el neoliberalismo y con el capital financiero controla el mundo.

 

Los bancos hasta se han ocupado de instruir a sus empleados de sus departamentos de servicio al cliente que les llamen productos a servicios que ofrecen cuando se trata de ofertarlos, ya que con su afán de ganar quieren sobredimensionar lo que hacen. Un producto es algo que hay que considerarlo por su valor de uso  como un proceso más complejo que un cartón de una tarjeta de crédito, podría ser que este ni sea el banco el que lo elabore o fabrique. Pero aquí queremos referirnos a propósito de la posverdad, entendiendo que quienes usan este término lo entienden como si toda verdad fuera muy relativa. Tal vez se puso ya en práctica aunque no se usara el término en los inicios de la década de los 90, sobre todo entre los comunicadores, animadores de televisión y periodistas. Sobre todo para las elecciones de 1994, cuando muchos votantes entendían que Peña Gómez iba a ganar las elecciones de ese año y aparentemente era el candidato de sectores de poder vinculados a la política exterior de otros países.

 

La realidad es lo que es en un momento dado y es así en ese momento (en tiempo real) no es lo que quiera quien es portador de la opinión, otra cosa es que un presidente se quiera reelegir en el cargo y lo logre, valiéndose del poder, valiéndose de la fuerza y con ella el control de los medios de hacer opinión a su favor,  pese a un gran estado de malestar  que vivan los sufragantes. Ahora bien, se dice que una mentira repetida muchas veces se convierte en verdad, pero así no debe ser.  Ocurrió que en las elecciones de 1990 Balaguer impuso su reelección como presidente en unas elecciones a todas luces fraudulentas y en medio de un gran malestar nacional que vale la pena ni recordar por lo tan infausta que fue esa reelección, valiéndose del poder mediático, con aparentes canonjías a los periodistas. Recordamos como gran parte de los comunicadores estaban contra Bosch. Esto provocó insólitos apoyos a Balaguer de personas que habían sido víctimas de la represión de Los 12 Años, como fue el caso de una humilde viuda de uno de los guerrilleros que vino con Caamaño y quería injustamente cargarle la culpa a Bosch de la inmolación de su esposo, incluso hasta muchas personas notables que habían sido sus opositores haciendo proselitismo por Balaguer.

 

Bosch no tuvo nada que ver con la guerrilla de Caracoles, lo cual ha quedado plasmado en fuentes escritas de la autoría de personas con la suficiente autoridad moral para expresarse sobre el acontecimiento. Caamaño sorprendió a casi a todo el mundo a su llegada con ocho hombres más, en tal sentido, fue una sorpresa después de permanecer en un velo de misterio el enigma de su paradero tras salir de sus funciones de Agregado Militar de la embajada dominicana en Londres. Su imagen de gran adalid permanecía en un estado de letargo en la conciencia colectiva nacional, tras haber pasado cerca de 7 años de no saber noticia cierta el grueso de la población y hasta  de prácticamente la totalidad del liderazgo político opositor a Balaguer. Pero bien, tratemos más bien de entender el papel de desinformar a la opinión pública a que muchas veces se prestan los medios de difusión  y los comunicadores, no siempre se dedican a informar como debería ser.

 

Ese el caso de un artículo escrito en uno de los diarios impresos, en el que un columnista subestima el proceso inflacionario que vivimos en estos precisos momentos, ya que se atreve a decir que hay una baja canasta básica, dice la más barata de América Latina y El Caribe, sin aportar cifra cuando llega a hacer semejante aserto. ¿Es que él se atreve a creer que no vivimos en un Estado de  Malestar? ¿Dónde vive él? Será fuera del país que vive ese columnista. Un plátano cibaeño  cuesta hasta cuarenta pesos. Por dónde anda el precio de la libra de azúcar (más 35 pesos)  y los precios de otros productos de consumo popular, el aguacate, la libra de arroz, la de carne, bacalao y arenque, etc. No podemos hacer comparaciones por ausencia de datos de otros países, pero además los efectos inflación en cada país no se puede medir comparando los precios en dólares o en moneda local de cada país con los del nuestro, porque habría que tomar en cuenta los salarios nominales  mínimos y promedio de cada país en vez de precios solamente y comparar el poder adquisitivo del dólar o de la moneda local y el dinero con que cuentan los consumidores por sus ingresos.

 

Estamos seguros de que en este país se vive en un malestar económico mayor que el de otros países de América Latina. Para colmo nuestro nuestra agricultura ha sido muy descuidada, nada más hay que pensar que hasta quieren a importar arroz basado en los acuerdos de libre comercio, pero no es para que se venda más barato en el mercado local y vivimos en un clima de desindustrialización, pensando en el turismo y las remesas. Esas remesas pueden no estar distribuidas entre muchas familias y puede ser resultados de inversionistas que remesan capitales para invertir. Pero que se gana con que sean invertidas en casas,  edificios y en empresas  de servicios, no tanto bienestar colectivo traerá. Lo que creo que el columnista no se refiere a aquello de que se ha dicho que el gobierno no tiene contemplado la indexación de los salarios. De nada popular se trata. En cambio se están aumentando gastos en defensa y otras áreas.

 

 Por   Francisco Rafael Guzmán F.

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