Por lo regular el círculo diplomático es reducido. Todos pertenecen a un espacio de formación, preocupación intelectual y centros académicos parecidos. Su red de contactos es interconectada tanto interna como externamente. Y las inclinaciones laborales giran en torno al Ministerio de Relaciones Exteriores, embajadas, organizaciones de cooperación o no gubernamentales versadas en negocios, diplomacia y relaciones internacionales.
De manera que, integrarse en tal atmósfera posibilita un aprendizaje incesante. La alternancia y la rotación, como principios elementales del funcionamiento diplomático es un ejemplo por excelencia. Puesto que a través de tales principios se intercambia experiencia y se crean vínculos de confianza que aunque pueden no ser extensos, de todos modos, facilitan la operatividad diplomática.
Durante el trayecto de la carrera, tejemos lazos profesionales fructuosos. Estos, horizontales o verticales, corresponden según el nivel de comprensión de lo giratorio que es la labor diplomática. Igualmente, en base al comportamiento decoroso, proactivo y respetuoso que se haya labrado.
Sin embargo, la diplomacia como profesión eminentemente política y social no está exenta de las pugnas por el poder. Aunque, ciertamente, el modo con que estas se realizan difiere diametralmente de la política persé. Dichas desavenencias diplomáticas pudieran ser un obstáculo para el desarrollo armonioso de la carrera. Como consecuencia, cada acción emprendida en el entorno pudiera desatar una reacción de gratitud o represalia en el futuro.
Ahí es donde los funcionarios diplomáticos deben aterrizar. En virtud de que quien hoy es tu colaborador subordinado, eventualmente pudiera ser tu superior inmediato. Esto, por supuesto, porque la diplomacia como toda estructura de poder es temporal y cambiante. Y, aunque quienes pertenecen a la carrera se le garantiza la estabilidad, no se excluyen de ser objetos de desconsideraciones innecesarias futuras por discordias del pasado. De ahí la importancia de mantener una conducta intachable y con cordialidad generalizada.
La diplomacia no es estática. Por tal motivo, concuerdo con un especialista en la materia cuando un domingo de caminatas por el Mirador me expresó: “Recuerde Medina, que, en la diplomacia, a veces, vale más a quién usted conozca que lo que usted sepa”. Esta frase me impulsó a reflexionar profundamente. Y es que, verdaderamente, aunque la experiencia y el conocimiento jueguen un papel fundamental, además de la ley, lo que verdaderamente resguarda la supervivencia diplomática es el tipo de relaciones que se concitan y la calidad de tal.
Aunque la diplomacia se ejerza por altos niveles, eso no implica que haya que menospreciar a los de importancia inferior. Esto, porque evidentemente, las posiciones jerárquicas vienen y van. No obstante, lo que perdura en el tiempo es la calidad humana con que se actúa y el comportamiento de altura y justicia con que se desarrollan dentro de las posiciones de poder.
Mientras más limitados sean los círculos diplomáticos, más accesible deberá ser la mentalidad de quienes pertenezcan a estos. De lo contrario, la poca receptividad, se reflejará al momento de que se invierta la dinámica del escalafón diplomático. Situación que ocurre con certeza y normalidad durante las funciones diplomáticas.
En definitiva, será siempre la faena diplomática de manera integral, objeto de constante estudio.
Por Nelson J. Medina
