“Que nunca nos puedan preguntar por qué no hicimos nada cuando todavía estábamos a tiempo”. Koro López de Uralde.
El Acuerdo de París sobre Cambio Climático ha sido el instrumento internacional más trascendental de nuestros tiempos. Surgió de la histórica Conferencia de las Naciones Unidas para el Cambio Climático de 2015, en París, Francia. Ahí, 190 países se comprometieron a disminuir considerablemente los gases de efectos invernadero que calientan el planeta. Especialmente, los más industrializados, quienes aportan el 78 por ciento, de tales emisiones.
Igualmente, a garantizar la sostenibilidad del medio ambiente y los recursos naturales; limitando la temperatura del globo a 1.5 grados Celsius para 2050. Por tal razón, se acordó prescindir de los combustibles fósiles cuanto antes. Para eso, efectivamente, cada país signatario asumió la causa de crear políticas internas que favorezcan al traspaso a energías renovables. Asimismo, a la mitigación de las energías existente y la optimización de los recursos naturales.
En ese momento, existía un compromiso serio para menguar las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, algunos países, por ejemplo, como Brasil y Estados Unidos han desconsiderado el Acuerdo. El primero, haciendo caso omiso a lo estipulado, y otro, desligándose de lo pactado. Tristemente, cabe añadir, que Brasil expulsa 457 megatoneladas y Estados Unidos 5,416 megatoneladas de dióxido de carbono (CO2) respectivamente, al año; lo que obliga a reflexionar profundamente, sobre la importancia de que estos dos gigantes colaboren con la causa que más debiera unir la humanidad: el cuidado del planeta.
A pesar que la voluntad de los miembros signatarios en dicho Acuerdo fue objetiva, no existe un progreso significativo en su ejecución. Así lo evidencia el último informe del Grupo Intergubernamental del Cambio Climático, (IPCC, 2019). En el que los expertos muestran una tendencia al alza sobre las emisiones de gases de efecto invernadero en algunos países de América y Asia. Asimismo, llaman a realizar una actuación con carácter de urgencia.
No obstante, ha habido un acelere importante en la adopción de medidas para descartar la energía proveniente del petróleo y sus derivados. Por ejemplo, en España: se creó un incentivo tanto en metálico como en accesibilidad a créditos y financiamientos para comprar vehículos completamente eléctricos, con la única condición de deshacerse del antiguo vehículo de combustibles. Por igual, China, que alberga una ciudad completamente ecológica y tecnológica: Shenzhen.
También, se han promovido proyectos de innovación capaces de hacer la actividad humana más amigable con el planeta. En Grecia: se creó el proyecto DISARM, herramienta capaz de detectar incendios forestales a tiempo, a través de una aplicación. Otro ejemplo, es la Planta de Energía de Las Olas: que fusiona la flotabilidad y la gravedad que sale del agua y el aire, para producir energía eléctrica.
La Unión Europea está a la vanguardia medioambiental. Notablemente, formulando políticas climáticas que contribuyan lo suficiente. En tal sentido, en solo tres medidas buscan recaudar al año 31 mil millones de euros adicionales. Todo eso, mediante permisos de contaminación, gravamen especial a los envases plásticos, y, por último, los derechos de carbono para empresas. Por tanto, no solo muestra su arduo compromiso, sino, además, su alto sentido de responsabilidad medioambiental.
En efecto, es imprescindible que todos los industrializados asuman sus responsabilidades. De lo contrario, sería cuesta arriba llegar a la meta que se pretende para 2050. Esto se traduciría, a lo que el periodista argentino, Martín De Ambrosio, señala en su libro Todo lo que se necesita saber sobre el Cambio Climático: un futuro no solamente irreversible, sino más bien, apocalíptico.
Por consiguiente, otorgarle preponderancia al Acuerdo de París nos aseguraría preservar el único planeta habitable que conocemos. Además, nos ayudaría abonar a la profunda deuda que tenemos con las generaciones futuras y nuestro medio ambiente. Es un deber con el que tenemos cumplir todos; tanto grandes como pequeños, industrializados o no. Puesto que, así como nos afectaría grandemente a todos, también nos beneficiaría por igual.
Finalmente, implementar persistentemente lo abordado en la COP 21, de París, será la llave que permitirá abrir la puerta de una verdadera evolución a la humanidad.
