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6 de mayo 2024
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OpiniónRolando RoblesRolando Robles

Bolívar Valera Ariza (El Boli)

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El Boli es un “mulatico” que -como muchos otros ciclones- tocan tierra en verano, para ser exacto: en junio de 1981. Si los cálculos no fallan y tampoco nació sietemesino, el susodicho fue concebido cuando se iniciaban las clases del año 1980. Los autores de esa proeza fueron dos muchachones -para la época- que responden cuando escuchan  el nombre de Rosa Ariza y Bolívar Valera padre.

La primera, doña Rosa, que cargó con las culpas durante 9 meses, es una prestante educadora dominicana, aunque ella se define mas bien como “alfabetizadora” o sea, que enseña la gente leer y escribir, pero sobre todo, “a ser gente cuando crezca”. A decir verdad, yo no sé lo que piensa ella de su muchacho pero, es evidente que se siente orgullosa; especialmente, porque ella misma lo enseñó “a ser gente desde chiquito”.

El segundo, don Bolívar, fue el responsable exclusivo del género resultante en este proyecto de vida y quizás -al igual que yo- creía que el pincel es lo que define la calidad de la pintura creada, olvidando que, sin la consistencia del lienzo, jamás se alcanza la categoría de “obra de arte”. Hoy día, el viejo ya no está, pues se adelantó en el viaje, sin embargo, desde su nueva morada vigila, motiva, respalda y dirige cada movimiento que inicia su retoño. No en balde El Boli sigue a pie juntillas el honroso camino de su padre, ido a destiempo.

Quise dar estos traspiés iniciales antes de hacerme la pregunta que desde hace unos días me da vuelta en la cabeza: ¿qué fue lo que hizo de malo El Boli cuando decidió cambiar de montura? Porque uno viaja en el vehículo que mas le convenga y suponga mas apropiado. Digo, eso es lo que han hecho miles de ciudadanos cuando dejan “el viejo camino real” por lo que otros creen es “su nueva vereda”.

Cambiar de partido político es uno de los deportes mas antiguos y practicados por los herederos de Juan Pablo Duarte; pero nunca había sido tan notorio, hasta que lo hizo el diputado Bolívar Ernesto Valera Ariza. Y yo me pregunto ¿por qué la alarma, si el asunto es tan común, como ya sabemos?

Reconozco que yo no soy muy ducho en esto de descifrar misterios pero, en este caso en particular, me voy a atrever a hacer algunas conjeturas que talvez puedan aclarar un tanto, la inusual sorpresa -y hasta repudio- que tanta gente muestra por esta sencilla forma de El Boli decir: “yo quiero dar un giro a mi travesía”, es decir, ejercer el derecho al libre albedrío, tal y como lo consigna nuestra Constitución. Y así lo hizo.

El muchacho simplemente decidió “dar un giro a sus expectativas de vida” cambiando el entorno que lo rodea; como han hecho otros tantos, especialmente en estos tiempos recientes.

Si miramos la historia con la frialdad que impone el tiempo, entenderemos porqué una parte de los jóvenes febreristas que acompañaron al Patricio en 1844, en algún momento sintieron la pertinencia, o cuando menos la conveniencia de arrimar la nación dominicana, a un imperio que fuera capaz de garantizar su supervivencia. Y no dejaron de ser patriotas ante los ojos de la historia por venir.

Los mismos trujillistas que acompañaban al jefe en sus correrías, un 30 de mayo dieron otro rumbo a sus vidas y produjeron la epopeya que cada año celebramos. Y en un santiamén se convirtieron en “héroes nacionales”, y los reverenciamos desde entonces.

De los embajadores que llegaron el 5 de Julio, a uno de ellos se le ocurrió la “brillante” idea de presentar como candidato presidencial a quien fuera el mas genuino sucesor del Perínclito de San Cristóbal en las elecciones que cambiaron el rumbo de la historia aquel diciembre de 1962; y la rueda del tiempo siguió girando, y hoy es tan solo un dato extraño para contar.

De ahí en adelante -políticamente hablando- ha sucedido de todo en el país, y todavía  no hemos sucumbido. El 30 de mayo por la tarde, había un solo partido legalizado en Quisqueya; el 5 de julio apareció otro y para diciembre de 1962 ya eran por lo menos ocho, las agrupaciones y movimientos políticos; y se contaba entre ellos el glorioso 14 de Junio, que no apoyó a Juan Bosch, pero si se inmoló cuando lo tumbaron.

Hoy, mas de 100 agrupaciones solicitan reconocimiento de la JCE. Nadie entiende para hacer qué, pero lo aceptamos porque esa es la democracia. Sin embargo, pegamos los gritos al cielo porque un “negrito lava’o”, que vino desde Los Mina, abriéndose paso por sí mismo, decidió seguir trillando su propio camino, junto a la gente que él entiende le han servido de soporte alguna vez.

De verdad, yo no entiendo el porqué del rechazo al Boli. ¿Será por lo de mulato de sangre “roja” -algo que parece muy raro a cierta gente- o por lo de haber llegado desde los linderos de El Cachón de la Rubia?

Entiendo que ni una cosa ni la otra justifican la animadversión. Porque hay otros que con el mismo origen social y viniendo de un barrio con la misma alcurnia que Los Mina, han llegado hasta la presidencia del país; y luego dieron un brinco más espectacular y desconcertante que el del hijo de doña Rosa. Ah, y no lo hicieron solo, arrastraron a su séquito, casi completo.

Lo cierto es que a pesar de no conocerlo personalmente, yo solo quería decirle al Boli que, a mi edad, sigo sin entender al género humano. Pero tengo suficiente entusiasmo para desearle:

¡Feliz cumpleaños Muchacho, y no mires para atrás! 

¡Vivimos, seguiremos disparando!

 

POR ROLANDO ROBLES

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