Estas, mis primeras palabras son para vestirme de soldado y salir en defensa de los poetas, aquellos que se convierten en guardianes de la madrugada, son como los astrónomos que transforman lo que no se ve en lo que se ve.
Aquellos parecen que viven en otra dimensión, duermen despiertos, con los dos ojos cerrados, son los que creen que con ayuda de lo Alto sacan las fuerzas para crear, tienen la certeza, un cien por ciento, que andar por escondrijos desconocidos es soñar que hay futuro.
Doy un paso al frente, y hago el saludo, a los que se duermen tarde para extasiarse en los relieves de la Luna, voy tras las pisadas del que dijo: “un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad”, tras pisar por primera vez la Luna en 1969, distante a 385 mil kilómetros de la Tierra.
La miro y sonrío, y entonces aparece el rostro de Hiparco de Nicea, aquelastrónomo, geógrafo y matemático griego, que tras cientos de noches en pura vela, brindó al mundo el primer catálogo de estrellas conocidas, la división del día que hoy disfrutamos de 24 horas (hasta la invención del reloj mecánico en el siglo XIV, las divisiones del día variaban al ritmo de las estaciones).
A don Hiparco, debemos el establecimiento de la mayor precisión en la medida de la Tierra a la Luna y de la oblicuidad de la eclíptica, entre otros logros de la ciencia.
Brindo con café, por los que se queman las pestañas sin mirar el astro Sol y se refugian en la luces de la Luna que bañan de cuentos y cantos esta tierra de sueños, ensueños, justicias e injusticias.
Saludo, a los que echaron a latigazos la pereza, y se despiertan por el pajarito que clama en la ventana; a los que disfrutan de vivir en su casa sin molestar a la salamanquesa o salamanqueja de color cenizo, que no te cobra por eliminar ciertos insectos de la casa, aunque emite un sonido característico, que, una vez te acostumbras al mismo puedes coexistir en dos mundos.
Sonrío a los que tratan estos animales como si fueran el rey que entra por sus puertas.
Una línea, a veces delgada, a veces algo gruesa separa a los periodistas de los poetas; respeto a los periodistas, los empíricos y los que un día desfilaron con toga y birrete; a los que se ganan el respeto con sus opiniones sobre sus convicciones basadas en los hechos, en la realidad y en sus investigaciones.
Pero voy más lejos, doy la milla extra, por los que tienen como norte solo escribir lo que vieron, lo que escucharon y lo que palparon; esos son los periodistas; esos no están lejos de la sensibilidad de los poetas.
Respeto a los inconformes, a los que dieron el salto y no se ensuciaron, a los que sensibilizaron sus almas y saltaron por la puerta grande de la narrativa, de relatos al cuento y luego a la poesía, para ponerla al servicio de la gente.
Saludo a los que respiran paz en su alma, una conciencia limpia, a los que un día se levantaron y le habían nacido en su cuerpo pantalones largos y asumieron la responsabilidad de cantar y proclamar por un mundo mejor que el que recibimos…
Víctor Elías Aquino