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13 de mayo 2024
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OpiniónRolando FernándezRolando Fernández

Atinada opinión descriptiva, y concluyente esa, sobre la sociedad dominicana. ¡Léase!

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Don Frederich Bergés, ¡cuántas verdades!, ha dicho usted, a través de la columna en el periódico “El Día”, edición de fecha 2-5-18, “OBERVATORIO DOMINICANO”, y una publicación intitulada: “Una sociedad en deterioro”. Es un juicio avalado en evidencias fehacientes que hoy se tienen a granel por todos los rincones nacionales. ¡Muy cruda y lamentable realidad la conclusión a que se arriba!

Pero, ocurre que, su exposición  se puede considerar, como las de otros también: “estar arando en el desierto”, pues aquí la gente parece haber sido anestesiada por el grueso de la indeseable laya politiquera nacional, demagoga, desaprensiva y corrupta hasta más no poder, que le ha estado gobernando durante los últimos años, y debido a lo cual, no le inspira ya  a este conglomerado humano,  lesionado no cabe duda, encaminar las acciones enmendatorias debidas, respecto del deterioro social   acumulado ya, que  es innegable en Dominicana.

Es obvio que, la tecnología al último guay de la moda (andar con una de las llamadas tabletas en las manos, como hablando sandeces por un celular, entre otras cosas, para que la gente se mantenga entretenida,), que por ojos, boca y nariz les han estado metiendo a un alto porcentaje de la sociedad del país, principalmente, a nivel de los segmentos más jóvenes, como de los mayores, que no han tirado páginas para la izquierda, ha surtido un poderoso efecto tal, que permite los narigoneos apetecidos. Entre esos está, el mantener a las personas mareadas, para que no reparen sobre la realidad en que viven, a la que les obligan, obviamente.

Conjuntamente con esa estrategia de los poderes hegemónicos que aquí gravitan, en pos de continuar siendo “bendecidos” por los tarados locales, está la penetración cultural adrede agenciada; y, la inmunidad judicial que se respira entre nosotros por doquier.

Además, están las limosnas con las que se trata de embaucar y comprar conciencias de los ciudadanos, por parte de los mandamases que se destacan dentro de los gobiernos que se gasta la nación; como, los condicionamientos mentales periodísticos, a nivel del bocinaje oficial pagado.

Y, por supuesto, las apatías de orden religioso-social, a cargo de las instituciones correspondientes, las iglesias todas, y demás. Estas últimas también pasaron a formar parte del juego narigoneante de estilo, en vez de inclinarse por las reales orientaciones espirituales que les corresponde ofrecer a los feligreses.

Ese es el gran abanico “inductorio” que ha venido provocando la gran desidia ciudadana, en relación con los fuertes golpes dañosos, deteriorantes que se reciben, de manera consistente, y hasta abusiva en ocasiones. Que mueve a una indiferencia evidente casi generalizada, y que ahora le pincelan con la nueva concepción: na’ e’ na’ y to’ e’ to’, en correspondencia obvia con los deseos de aquellos que quieren seguir detentando amplios poderes locales.  ¡Es lo presupuestado!

Todo cuánto usted expone, señor Bergés, en su valiosa y concluyente exposición, en el tenor de lo que se trata, son los productos, y los subproductos derivados del manejo que los poderes políticos y económicos han venido dando a este pueblo, tan manejable y desidioso; que lo han dejado tocar fondo, y desde donde será muy difícil sacarle a flote, salvo que no sea a través de la instauración de un régimen de fuerza, sin importar que sea de derecha, o de izquierda.

Aquí se requiere de un dictador con una mentalidad avanzada, porque nada será posible ya lograr entre nosotros, siguiendo los lineamientos de la mal llamada democracia representativa, por las tantas distorsiones que le han sido introducidas a ese sistema. ¡La profundidad de los males nacionales demanda ya de una cirugía mayor!, que solo de esa forma sería posible realizar.

Los gravísimos problemas que se tienen en Dominicana, respecto del deterioro fidedigno de su sociedad, tienen que ser enfrentados con el rigor necesario, y la compulsividad debida, lo cual no se obtendría con la escogencia de un mandatario a través del voto popular en las urnas; pues, todos los así elegidos, llegan a la posición comprometidos con los poderosos sectores respaldantes, los mismos que avasallan a la gente aquí, y la condicionan mentalmente. Se sientan en la poltrona presidencial con las manos amarradas; e impedidos de actuar, por buenas intenciones que se puedan tener.

¡Lamentable la concepción! Ahora, de orden es agregar aquí, que el promedio de tiempo para el retorno de un régimen dictatorial a cualquier país, luego de ser derrocado, debido a los desordenes institucionales, las malas direcciones, la corrupción, la inseguridad ciudadana, etc., que se verifican a posteriori, ronda los 45 años, según los estudiosos de la temática en el orden estadístico, y que ya en esta nación, hace rato pasamos de los 50.  “¡Bueeeno!”.

Evidentemente, ese es un señalamiento que debe llamar poderosamente la atención entre dirigentes y dirigidos locales, al tiempo de invitar a una reflexión sosegada, desde donde asaltaría de inmediato la pregunta, ¿entonces, se estará haciendo demasiado tarde para que tal retorno se produzca entre nosotros?

Más aun, tomándose muy en consideración, además, para apuntalar la inquietud aguijonante, las tantas evidencias persuasivas, y desconcertantes, como abrumadoras, que se tienen en Dominicana, amén de la escasez obvia de liderazgo político y social que se verifica, en capacidad para resolver las tantas problemáticas acuciantes y recurrentes que afectan.  ¡Ya el hartazgo ciudadano es grande!

Luego, de continuar, todos aquí, haciendo caso omiso a la concreta realidad generalizada que castiga sobremanera a la nación, qué nadie se extrañe después, de que pueda ocurrir algo similar entre nosotros: ¡de nuevo un régimen dictatorial!, sabrá Dios por quién encabezado.

¡Dominicanos, a reflexionar entonces!, “antes de que sea demasiado tarde” para corregir, tal es el llamado de alerta que hace el señor Bergés al final de su trabajo.

 

Autor: Rolando Fernández

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