Respirar es bailar con el aire, saltar como un niño y seguir los pasos a los instrumentos de la vida que tocan en nuestro interior, un melifluo concierto de colores que pinta la belleza del vivir; pero no siempre respirar es danzar, otras veces es correr por sobrevivir, esconderse para no ser encontrado y una daga que busca acabar con tu salud. Esa ha sido la realidad de los ancianos, las mujeres y los niños que por décadas han vivido en las orillas del Arroyo de Gurabo, la contaminación rampante, con premeditación y alevosía, ha matado su salud, ha acabado con sus árboles y dejado en un estado crítico al río que una vez fue hogar de muchas especies.
Escuchar a Matilda hacer una narración del Macondo santiaguero, nubla el alma, la descripción explícita de las aguas residuales atravesando su casa, el terror impuesto por sub-humanos, comerciantes de muerte en fundita, jeringas y humo, niños descalzos, la mujer embarazada sentada en el suelo y el esposo de la vecina que va tras la hija de Doña Lupe, que ahora abrió un nuevo negocio, donde la mercancía es su cuerpo; la vulnerabilidad personificada.
Por otra parte, fuimos testigo del genocidio ambiental perpetrado en el Arroyo de Gurabo, la flora pintada de cenizas y la fauna desplazada sin discriminacion ni piedad, un espacio propicio para la muerte, pero además exportador de polución física, química y biológica al Río Yaque del Norte, siendo responsable del 43% de la contaminación de este río, pero eso aunque imposible de pensar hace dos años atrás, es cosa del pasado.
El proyecto Arroyo de Gurabo le ha regresado la vida a miles de especies, incluyendo a los humanos que no sabían lo que era vivir dignamente, por eso se define como la obra de mayor impacto social y medioambiental; mil trescientas familias que antes eran presa del miedo de un cielo gris y de la insalubridad, hoy tienen una vivienda digna, un espacio donde sus niños se pueden desarrollar y una noche donde pueden dormir sin escuchar los tambores de guerra provocados por las balas riñeras de las bandas en su puja de poder por quien controla el punto de drogas.
El río ahora tiene vida y color, sus orillas están siendo pintadas de verdes árboles y la ingeniería acondiciona hermosos parques donde los hijos olvidados de Santiago podrán jugar al basket, baseball, football o simplemente correr, brincar o sentarse a leer y reflexionar, sin miedo, con seguridad y sin ruidos molestos que matan la concentración y la creatividad. La megaobra ideada por el presidente Luis Abinader y ejecutada por Wellington Arnaud ha convertido la vulnerabilidad en dignidad, la contaminación en pureza y la arrabalización en arte.
